Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

sábado, mayo 26, 2012

miércoles, mayo 23, 2012

.
Artista del mes...

.
Pablo Picasso
Málaga 1881 - Mougins 1973
.
La chica descalza, 1895
 Autorretrato, 1896
.
Retrato de la madre del artista, 1896
.
Ciencia y Caridad, 1897
.
Lola, 1899
.
Retrato de Casagemas, 1899
.
Camisas de peluche, 1900
.
Autorretrato, 1901
.
La muerte de Casagemas, 1901
.
Mujer con moño, 1901
.
Mujer con sombrero de plumas, 1901
.
Pablo Picasso y Sebastián Junyer-Vidal llegan a París, 1901
.
Sada Yacco, 1901
.
Vida, 1903
.
Dos amigas, 1903
.
 Mujer durmiendo (meditación), 1904
.
Madre e hijo, 1905
.
Retrato de Gertrud Stein, 1906
.
Sin título, 1936
.
Jacqueline con flores, 1954
.
Sin título, 1958
.

lunes, mayo 21, 2012


Robin Gibb
.
.
 Cuando yo era apenas un pequeño
y los árboles de Navidad lucían enormes,
solíamos gozar la vida intensamente
mientras los demás solo preferían jugar.
No me hagan recordar más,
pero el tiempo se nos ha pasado sin sentirlo,
alguien más ha partido muy lejos de aquí.

Ahora que crecimos y estamos altos,
los árboles de Navidad parecen pequeños,
y a ti ya te tiene sin cuidado qué hora sea.
Sin embargo en ti y en mí, nuestro amor
nunca perecerá. Si no quién más llorará
llegados los días primero de mayo.

Del árbol de manzano que nos vio crecer,
miré las manzanas caer una por una.
Y así se me vinieron a la mente, todos
los momentos aquellos. El día que besé
tu mejilla... y tu mirada se apagó.

Ahora que hemos crecido y estamos altos,
y los árboles de Navidad lucen chaparritos,
a ti ya no te sirve de nada saber la hora.
Sin embargo en ti y en mí, nuestro amor
nunca morirá. Si no quién crees que llorará
cuando lleguen los días primero de mayo.

Cuando yo era apenas un niño
y los árboles de Navidad parecían enormes.
Ya no me pregunten más las razones,
pero el tiempo se nos ha ido de las manos,
alguien más se ha marchado lejos de aquí.
.

domingo, mayo 20, 2012


Cuando te encuentres de camino a Ítaca,
desea que sea largo el camino,
lleno de aventuras, lleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al enojado Poseidón no temas,
tales en tu camino nunca encontrarás,
si mantienes tu pensamiento elevado, y selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo tienta.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al fiero Poseidón no encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si tu alma no los coloca ante ti.

Desea que sea largo el camino.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que con qué alegría, con qué gozo
arribes a puertos nunca antes vistos,
deténte en los emporios fenicios,
y adquiere mercancías preciosas,
nácares y corales, ámbar y ébano,
y perfumes sensuales de todo tipo,
cuántos más perfumes sensuales puedas,
ve a ciudades de Egipto, a muchas,
aprende y aprende de los instruidos.

Ten siempre en tu mente a Ítaca.
La llegada allí es tu destino.
Pero no apresures tu viaje en absoluto.
Mejor que dure muchos años,
y ya anciano recales en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que te dé riquezas Ítaca.

Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene más que darte.

Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó.
Así sabio como te hiciste, con tanta experiencia,
comprenderás ya qué significan las Ítacas.
.
Ítaca
Konstantinos Kavafis


Imagen: Anikout 
.

viernes, mayo 18, 2012


.
Ella no fue entre todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más, y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.

Acaso fue porque la amé de lejos,
como una estrella desde mi ventana...
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene mas reflejos.

Tuve su amor como una cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.

Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en un cántaro sediento,
como un perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.

Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre la llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.

Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.

Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo...
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más ... Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.

Canción del amor lejano
José Angel Buesa
.

domingo, mayo 13, 2012



"Me resulta complicado escribir sobre mi vida, porque no sé cuánto recuerdo y cuánto es producto de mi imaginación; la estricta verdad puede ser tediosa y por eso, sin darme ni cuenta, la cambio o la exagero, pero me he propuesto corregir ese defecto y mentir lo menos posible en el futuro. Y así es como ahora, cuando hasta los yanomamos del Amazonas usan computadores, yo estoy escribiendo a mano. 
Me demoro y mi letra debe ser cirílica, porque ni yo misma logro descifrarla, pero supongo que se irá enderezando página a página.  Escribir es como andar en bicicleta: no se olvida, aunque uno pase años sin practicar. Trato de avanzar en orden cronológico, ya que algún orden se requiere y pensé que ése se me daría fácil, pero pierdo el hilo, me voy por las ramas o me acuerdo de algo importante varias páginas más adelante y no hay modo de intercalarlo. Mi memoria se mueve en círculos, espirales y saltos de trapecista."

.


martes, mayo 08, 2012


.
.

En los inicios, cuando la tierra era joven y no estaba completamente formada (el Kojiki dice que "parecía aceite flotante e iba a la deriva, como una medusa"), cobraron vida tres dioses invisibles en lo que los japoneses denominan Takamagahara, o las "Elevadas Llanuras del Cielo". El mayor se llamaba Amanominakamushi-no-Kami, o "Señor del Centro del Cielo, e iba seguido por Takamimusubi y Kamimusubi, ambos poderosos Kami por derecho propio. Los tres, junto con dos divinidades menores (Umashiashikahikoji-no-Kami y Amanotokotachi-no-Kami), constituían las cinco "Deidades Celestiales Separadas" primordiales. Les siguieron otras siete generaciones de dioses y diosas "celestiales", que culminaron en la pareja primordial, Izanagi y su hermana y esposa Izanami, cuyos nombres completos eran Izanagi-no-Mikoto ("El Varón Augusto") e Izanami-no-Mikoto ("La Mujer Augusta").



Obedeciendo la orden de las deidades de "terminar y solidificar esta tierra movediza", Izanagi e Izanami se situaron en el Puente Flotante del Cielo (quizá un arco iris) y agitaron el mar con una lanza recubierta de gemas. Al levantar la lanza, las gotas formaron una isla llamada Onogoro, la primera tierra sólida. Poco después descendieron a ella, erigieron una columna "celestial", construyeron un palacio y decidieron procrear. Izanagi le preguntó a su hermana cómo estaba formado su cuerpo, y ella le contestó que le faltaba una parte, mientras que Izanagi dijo que a él le sobraba una parte y sugirió que las uniesen. La pareja divina inventó un ritual matrimonial que consistía en que ambos rodearan la columna celestial, Izanagi por la izquierda y su hermana por la derecha, y al encontrarse intercambiaban cumplidos y mantenían relaciones sexuales.


Al cabo del tiempo Izanami dio a luz, pero su primogénito fue el deforme Hiruko "Niño-Sanguijuela", a quien la desgraciada pareja metió en una barca de juncos que confió al mar. En una "gran adivinación", los dioses llegaron a la conclusión de que el nacimiento del niño-sanguijuela era culpa de Izanami, porque en el ritual de cortejo había hablado la primera. Con este conocimiento, la pareja regresó a Onogoro y volvió a poner en práctica el ritual. En esta ocasión Izanagi habló el primero cuando ambos se encontraron en la columna, e Izanami tuvo muchos hijos. En primer lugar dio a luz una serie de islas (el archipiélago japonés), después a una serie de dioses y diosas, entre ellos los del viento, las montañas y los árboles, pero cuando nació Kagutsuchi (o Homosubi), el dios del Fuego, sus genitales se quemaron de tal manera que enfermó y murió. Sin embargo, Izanami siguió engendrando deidades en plena agonía. Izanagi lloró su muerte, inconsolable, y de sus lágrimas surgieron más deidades. Más adelante, su tristeza se convirtió en cólera y decapitó al dios del Fuego por ser el culpable de la muerte de su amada esposa. De los restos del dios del Fuego nacieron más divinidades.


Izanagi decidió ir a Yomi, el reino subterráneo de los muertos, para intentar devolver la vida a Izanami. Cuando ésta apareció en la entrada de Yomi, con su sudario de sombras, Izanagi la saludó con cariño y le rogó que volviera con él, Izanami accedió a discutir su petición con los dioses del inframundo y antes de retirarse a la oscuridad pidió a su marido que no la mirase, pero a Izanagi le consumía un deseo tan ardiente de ver a su amada esposa que rompió un diente de la peineta que llevaba en el moño izquierdo y le prendió fuego, a modo de antorcha. Entró en la tierra de los muertos y vio que Izanami era un cadáver putrefacto, cubierto de gusanos. Aterrorizado, huyó de aquel lugar, pero Izanami, encolerizada al ver que Izanagi había contrariado sus deseos, envió en su busca a las "brujas de Yomi", a las ocho deidades del trueno y a una horda de guerreros. Al llegar al paso de Yomi, que llevaba a la tierra de los vivos, Izanagi encontró tres melocotones y se los arrojó a sus perseguidores, obligándoles a retroceder. Izanami, convertida en un ser demoníaco, se unió a la persecución pero antes de que diera alcance a Izanagi, éste cerró el paso con una enormes rocas. Los dos se vieron frente a frente, a ambos lados de la roca, y "rompieron su compromiso".



Izanagi se sentía sucio por su experiencia en Yomi y decidió purificarse de una forma típicamente japonesa: con un baño. Al llegar a un arroyo de Hyuga (al noroeste de Hyushu) se desnudó. De sus ropas nacieron varios dioses y diosas y surgieron otras mientras se bañaba. Por último, Izanagi dio a luz a las tres deidades más importantes del sintoísmo: La diosa del sol, Amaterasu-no-mikoto (literalmente "Augusta Persona que Hace Brillar el Cielo" apareció cuando se lavó el ojo izquierdo; Tsuki-Yomi-no-mikoto ("La Augusta Luna") apreció de su ojo derecho, y Susano-no-mikoto ("El Augusto Varón Colérico"), de su nariz. Izanagi decidió dividir el reino entre sus tres hijos:le dio su sagrado collar, símbolo de soberanía, a Amaterasu, con el mandato de que gobernase las Elevadas Llanuras del Cielo; A Tsuki-Yomi, dios de la luna (en la mitología japonesa la luna se considera masculina), le confió los reinos de la noche y al otro hijo, Susano, el océano.


Amaterasu y Tsuki-Yomi aceptaron sus tareas obedientemente, pero Susano se puso a llorar y aullar. Izanagi le preguntó la causa de su aflicción y Susano contestó que no quería gobernar las aguas sino ir a la tierra en la que vivía su madre, Izanami. Encolerizado, Izanagi desterró a Susano y a continuación se retiró, tras haber terminado su misión divina. Según una versión del mito, subió al cielo, donde vive en el "Palacio más Joven del Sol". Se dice que está encerrado en Taga (prefectura de Shiga, Honshu).

.

lunes, mayo 07, 2012

domingo, mayo 06, 2012

 .
La vida es el valor supremo

3. De modo que el derecho a la vida resulta el primero sólo en tanto que fundamental, puesto que sin él no habría lugar a ningún otro derecho. No es poco, pero tampoco es todo. Su anterioridad será así temporal y lógica, mas no se trata de una prioridad cualitativa o una prevalencia moral. Por eso es falso sostener sin matices que antes y por encima de todos los derechos y libertades civiles, está el derecho a la vida. Tal cosa sería tomar la condición del valor por el valor mismo e incluso por el máximo valor; el bien subjetivamente más preciado como el objetivamente más precioso. El derecho a la vida precede ciertamente a los demás derechos porque estos tienen que suponer aquél; pero ese particular derecho a la vida sólo se llena de sentido gracias a los otros. Este derecho fundamental es, a fin de cuentas, el derecho a la vida digna; a una vida que se despliega más allá del mínimo vital.
.
Tantos Tontos Tópicos 
Ariel, Barcelona, 2012
.

sábado, mayo 05, 2012


¿Serás, amor
un largo adiós que no se acaba?
Vivir, desde el principio, es separarse.
En el mismo encuentro
con la luz, con los labios,
el corazón percibe la congoja
de tener que estar ciego y sólo un día.
Amor es el retraso milagroso
de su término mismo:
es prolongar el hecho mágico
de que uno y uno sean dos, en contra
de la primer condena de la vida.
Con los besos,
con la pena y el pecho se conquistan,
en afanosas lides, entre gozos
parecidos a juegos,
días, tierras, espacios fabulosos,
a la gran disyunción que está esperando,
hermana de la muerte o muerte misma.
Cada beso perfecto aparta el tiempo,
le echa hacia atrás, ensancha el mundo breve
donde puede besarse todavía.
Ni en el lugar, ni en el hallazgo
tiene el amor su cima:
es en la resistencia a separarse
en donde se le siente,
desnudo altísimo, temblando.
Y la separación no es el momento
cuando brazos, o voces,
se despiden con señas materiales.
Es de antes, de después.
Si se estrechan las manos, si se abraza,
nunca es para apartarse,
es porque el alma ciegamente siente
que la forma posible de estar juntos
es una despedida larga, clara
y que lo más seguro es el adiós.
.
.
¿Serás amor...?
Pedro Salinas
.

viernes, mayo 04, 2012


.
.
Son tiempos difíciles de vivir...
La vieja Europa se transforma abandonando su estado del bienestar, un modelo incompatible con el grado de evolución en cosquistas sociales de otras zonas del planeta emergentes económicamente y lo que esto implica en cuanto a la competitividad en los mercados comerciales.
Nuestro modelo se derrumba... 
Veremos hacia dónde nos encaminamos...
.
.

jueves, mayo 03, 2012


.

Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.

Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.

Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. 
¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?
.
Te quiero a las diez de la mañana
Jaime Sabines
.

martes, mayo 01, 2012

.
 .
Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco es alguien que sabe lo que está buscando. Es simplemente para quien su vida es una búsqueda.  Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención.  Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada… Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. 

El buscador traspaso el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos eran los de un buscador, quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción … “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar… Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acercó a leerla decía “Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”. El buscador se sintió terrible mente conmocionado. Este hermoso lugar, era un cementerio y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.

No ningún familiar – dijo el buscador - ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo ha obligado a construir un cementerio de chicos?.  El anciano sonrió y dijo: -Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como ésta que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda qué fue lo disfrutado…, a la derecha, cuanto tiempo duró ese gozo. ¿Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?…

¿Una semana?, dos?, ¿tres semanas y media?… Y después… la emoción del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿El minuto y medio del beso?, ¿Dos días?, ¿Una semana? … ¿y el embarazo o el nacimiento del primer hijo?…, ¿y el casamiento de los amigos?…, ¿y el viaje más deseado?…, y ¿el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano…? ¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones?… ¿horas?, ¿días?… Así vamos anotando en la libreta cada momento, cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.
.


El Buscador
Jorge Bucay 
de "26 Cuentos para Pensar"