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martes, agosto 30, 2011

Artista del mes....

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Gustav Klimt
Baumgarten 1862 - Viena 1918
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 Alegoría de la escultura, 1889

 
  Espíritus del agua, 1894
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  Música, 1895

 Medicina, 1897-1898
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 Agua en movimiento, 1898
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 Retrato de Sonja Knips, 1898
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  Palas Atenea, 1898
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  Estudio para Schubert al piano, 1899

 
  Schubert al piano, 1899
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 Hygeia, 1900-1907
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  Peces de colores, 1901-1902

 
  Judith con la cabeza de Holofernes, 1901-1902
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 Friso de Beethoven *detalle, 1902
"Las súplicas de la débil Humanidad"
"Los sufrimientos de la débil Humanidad"
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Friso de Beethoven *detalle, 1902
"Las fuerzas enemigas"
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Friso de Beethoven *detalle, 1902
"Alegría, hermosa chispa de los dioses".
"Este beso para el mundo entero"
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Emilie Floge, 1902

Esperanza, 1903

 
  Serpientes de agua I, 1904-1907

 
  Tres edades de la mujer, 1905

 Fritza Riadler, 1906
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 Danae, 1907

 
  Serpientes de agua II, 1907
 

 Mujer con sombrero y boa de plumas, 1907
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 Mujer semidesnuda, 1909-1910

 El sombrero de plumas negro, 1910
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 Adele Bloch-Bauer, 1912

 La Doncella (Virgen), 1913

Eugenia Primavesi, 1913-1914

 
  Mujer con las piernas abiertas, 1914

 Muerte y Vida, 1916
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Amigas, 1916-1917
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  Adan y Eva, 1917-1918 
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 Niño (Cuna), 1917-1918
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He vuelto por el camino sin hierba.
Voy al río en busca de mi sombra.
Qué soledad sellada de luna fría.
Qué soledad de agua sin sirenas rojas.
Qué soledad de pinos ácidos errantes...
Voy a recoger mis ojos
abandonados en la orilla.
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sábado, agosto 27, 2011


Gustavo Bueno
 
Lectura I. Ética y moral y derecho. VI 85

13. Ética, moral y derecho.

El conflicto permanente, actual o virtual, entre ética y moral se resuelve dentro del Estado (en tanto él mantiene integrados a grupos humanos heterogéneos con normas morales propias: familias, clases sociales, profesiones, bandas, iglesias...) a través del ordenamiento jurídico. La fuerza de obligar de las normas legales deriva del poder ejecutivo del Estado que, a su vez, es la esfera de la vida política.  Las relaciones entre «ética» y «política» suelen ser entendidas (por los partidos políticos socialdemócratas, de orientación «laica») desde coordenadas idealistas.  Esto ocurre cuando desde premisas políticas «laicas» (es decir, que quieren mantenerse al margen de cualquier dogmática religiosa confesional: y no deja de ser pertinente observar aquí que la propia autodesignación de «laicas» sigue siendo tributaria de la visión religiosa del mundo que, desde las posiciones religiosas, denomina laicas a las que no lo son) se apela a la necesidad de un «comportamiento ético» de los ciudadanos, a fin de que el sistema democrático pueda subsistir. Pero la apelación al comportamiento ético de los ciudadanos se hace desde una perspectiva idealista, que es una mera secularización de la apelación que las confesiones religiosas hacen a la «conciencia del deber».  La misma secularización que intentó llevar a cabo la moral kantiana y neokantiana, e incluso el llamado «marxismo ético» (el de Vorländer, por ejemplo).

La apelación a la «conciencia ética» del deber, como «condición de posibilidad» para que los proyectos políticos puedan llevarse a efecto, constituye también una coartada de los partidos en el gobierno para justificar sus fracasos, que atribuirán al «déficit» de comportamiento ético de los ciudadanos, incluidos los funcionarios y, a veces, los propios políticos. Decimos «a veces»; porque otras veces se supondrá que quienes tienen responsabilidades políticas, principalmente en el poder ejecutivo, podrían estar exentos de ciertas obligaciones éticas, si es verdad que la razón de ser del Estado, y de sus arcana Imperii, requieren, en ocasiones, un «trabajo sucio» más allá de la ética, «más allá del bien y del mal» ético; un trabajo sucio e ingrato que, por tanto, debiera ser compensado por el comportamiento según el deber ser ético de los ciudadanos ordinarios (como si los comportamientos éticos de los individuos pudiesen arreglar los problemas objetivos que se plantean en el terreno moral y político).

Lo que con todo esto se nos viene a decir es lo siguiente: que la educación pública debe hacer lo posible para que los ciudadanos no sean corruptos, para que paguen sus impuestos al Estado, para que no roben en sus empresas, fingiéndose, por ejemplo, enfermos, o cometiendo actos de sabotaje o simplemente una actitud descuidada ante las máquinas, &c. En una palabra, la esperanza que tantos políticos ponen en la educación ética de los ciudadanos es sólo el trasunto «laico» de la esperanza que tradicionalmente, los teóricos de la política ponían en la educación religiosa del pueblo, a fin de hacer posible su «gobernabilidad». Pero esta esperanza no sólo estaba fundada en la fe, como ocurrió con los casos de San Agustín o de Santo Tomás. La esperanza en los efectos bienhechores de la educación religiosa también fue alimentada desde fuera de la fe religiosa: Platón consideró la educación religiosa como una «mentira política» necesaria para el gobierno de la República, y Napoleón expresó la naturaleza económica de esta «necesidad» con su célebre frase: «Un cura me ahorra cien gendarmes.»

Desde el punto de vista de los conceptos de ética, moral y derecho (al que reducimos la política de un «Estado de derecho») que venimos utilizando, resultará, desde luego, innegable que es imposible la vida política a espaldas de la vida ética de los ciudadanos, y este es el fundamento que puede tener la apelación, una y otra vez, a la necesidad de reforzar la «educación ética» de los ciudadanos a fin de hacer posible su convivencia política. Ahora bien, lo que, desde la política, suele entenderse por «educación ética» es, en realidad, el «moldeamiento moral» de los ciudadanos y, en el límite, la conminación legal a comportarse «éticamente», por ejemplo, pagando los impuestos, bajo la amenaza de penas legales, con lo cual, dicho sea de paso, las normas éticas se transforman en realidad en normas morales o en normas jurídicas. Desde la política, además, se encomienda a determinados funcionarios la misión de «educar éticamente» a la juventud en el marco de esta constante confusión entre deberes éticos y obligaciones morales o conveniencias políticas (se da por supuesto, por ejemplo, que la «conciencia ética pura» es la que nos inclina a pagar un impuesto sobre la renta; o que es la «conciencia ética pura» la que nos inclina a ser tolerantes y respetuosos, incluso con quienes profieren sin cesar necedades u opiniones gratuitas o erróneas). Pero la fuerza de obligar procede casi siempre de la norma legal coactiva, no de la norma ética, ni siquiera de la norma moral; como cuando alguien atiende a un herido para evitar incurrir en delito penal.

Las normas éticas son las que se refieren a la «preservación en el ser» del propio cuerpo y de los cuerpos de los demás; por ello es evidente que sin la ética, en su sentido más estricto, tampoco podría hablarse de moral ni de política; pero esto no autoriza a tratar de presentar como normas éticas lo que en realidad son normas morales o políticas. Es evidente que si creciese la minoría de ciudadanos que desatiende los «deberes éticos» (las virtudes de la firmeza) para su propio cuerpo (a causa de la drogadicción, o simplemente, del descuido de su salud en materia de alimentación, de enfermedades venéreas, &c.), la «salud pública» disminuiría y la economía, tanto como la moral, se resentirían hasta el punto de hacer inviable cualquier acción política.  Ahora bien, esto no autoriza a olvidar los conflictos regulares entre la ética y la moral. Puede darse el caso de que un trabajador, un funcionario o un desempleado, forzado por la necesidad, tenga que «robar» a su empresa, al Estado o al puesto de frutas del mercado, en nombre del deber ético de su propia subsistencia o de la de su familia (los moralistas cristianos reconocían esta situación bajo figuras como las de la «oculta compensación»); y, sin embargo, esta conducta ética del «ladrón» estará en contradicción frontal con las normas morales y jurídicas vigentes.

En general, habrá que tener en cuenta que la política (el Derecho) coordina no ya sólo la ética con la moral, sino también las diferentes morales de grupos, clases sociales, &c., constitutivas de una sociedad política. Por consiguiente habrá que tener en cuenta que la convivencia que la acción política busca hacer posible es siempre una convivencia de individuos y de grupos en conflicto. Es puro idealismo dar por supuesta la posibilidad de una convivencia armoniosa que hubiera de producirse automáticamente tan pronto como todos los ciudadanos «se comportasen éticamente», después de recibir una educación adecuada. Ni siquiera cabe decir, con sentido, que este ideal de convivencia armónica es la expresión de un deber ser, porque lo que es utópico, lejos de poder presentarse como un deber ser, siempre incumplido, habría que verlo como un simple producto de la falsa conciencia.

Gustavo Bueno, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996

lunes, agosto 22, 2011

sábado, agosto 20, 2011

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Hatshepsut, La Faraón de Egipto


"La primera de las nobles damas, unida a Amón" es el significado de Hatshepsut Jenemetamón nombre completo de quien a día de hoy conocemos como la Reina-faraón Hatshepsut de Egipto.

Hatshepsut, hija de Tutmosis I y su Gran Esposa Real Ahmose, fue la quinta Reina-faraón que gobernó en las “Dos Tierras” entre los años 1479 a. C a 1457 a. C. en la XVIII dinastía. Reinó con el nombre de Maatkara Hatshepsut, transcripción de su nombre de trono y de nacimiento según las convenciones académicas.

En la actualidad todavía se desconoce el lugar y la fecha de nacimiento de la Reina-faraón aunque todo hace suponer que fue en Tebas, entonces capital del estado, hacia el final del reinado del faraón Amenhotep I.

Estela de Tutmosis I
Museo de El Cairo

Tutmosis I gobernó Egipto por un corto período de tiempo, 13-15 años, en los que conquistó la región sirio-palestina llegando hasta la cuarta catarata del Nilo en Nubia. Sus numerosas campañas hicieron que Egipto alcanzara unas cotas de poder hasta ese momento nunca vistas.

Gracias a la ayuda de su visir y arquitecto Ineni construye la necrópolis tebana el “Valle de los Reyes” lugar destinado a su propio enterramiento junto a numerosos reyes posteriores. Su legado arqueológico lo podemos encontrar también en su “Tesorería” y “Obelisco” en Karnak único que queda de los dos que fueron depositados en el Templo a Amón, estelas en Abidos y Nubia e inscripciones en Asuán, Sehel y en Tombos donde se narra la conquista de Nubia así como Deir el-Medina, poblado donde vivirían los artesanos y obreros del antiguo Egipto enclavado junto al que posteriormente sería el "Valle de las Reinas".

Inscripción de Tutmosis I. Sehel
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Con el fallecimiento de su padre, la princesa Hatshepsut, se convierte en la heredera al trono mejor situada ya que sus hermanos Amenmose, Uadymose y su hermana Neferubity, hijos de la Gran Esposa Real Ahmose, morirían antes de llegar a la edad adulta y el resto de sus otros hermanos hijos de su padre con esposas secundarias y concubinas no estaban legitimados para el reinado.

El hecho de que el Faraón nombrara “Heredera” a su hija Hatshepsut revela el deseo de que fuera ella su sucesora en el trono; sin embargo la oposición del poderoso Ineni, arquitecto real y del chaty (primer magistrado tras el Faraón) consiguió alzar y sentar en el trono a Tutmosis II, nacido de la esposa secundaria Mutnefert.
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Tutmosis II ante Sekhmet y Hathor. Karnak

Para legitimar esta sucesión, Hatshepsut princesa heredera, se hubo de convertir en Gran Esposa Real de su hermanastro por ser ella descendiente directa de los faraones libertadores de los hicsos y ostentar además el título de “Esposa del dios” ya que era portadora de la sangre sagrada de la reina Ahmose-Nefertari.

El reinado de Tutmosis II apenas duró entre 3-4 años siendo el acontecimiento más destacado la revuelta de los habitantes de Kush en Nubia. El poder de su esposa la Reina Hatshepsut comenzó a crecer en este período rodeándose de hombres fieles y eficientes que la ayudarían a gobernar en la sombra; Hapuseneb y Senenmut recorrerían junto a ella el camino que la llevaría en pocos años a convertirse en Reina-faraón.

Tutmosis III. Museo de El Cairo

La prematura muerte del Faraón creó uno de los conflictos sucesorios más apasionantes de la historia de Egipto. La Esposa Real Hatshepsut no había tenido hijos varones siendo el único descendiente que tuvieron una niña, la Princesa Real Neferura.

La tradición real estipulaba que la sucesión al trono recaía en un varón. Dicho príncipe debía ser fruto de la relación del Faraón gobernante y la Gran Esposa Real, quién ostentaba el cargo de “Dadora de Herederos” por lo que se abre nuevamente una crisis sucesoria que el poderoso Ineni resuelve consiguiendo que la nobleza reconociera como único sucesor a un hijo de Tutmosis II y una concubina real de nombre Isis.

El joven heredero, por su corta edad no estaba capacitado para gobernar y además necesitaba legitimar su ascenso al poder total mediante el matrimonio con la Princesa Real Neferura de linaje real, boda que la Reina Hatshepsut pospone indefinidamente.

Tutmosis III fue coronado y la Reina viuda Hatshepsut asume la regencia del estado apartando del poder al visir Ineni que la había alejado del trono por segunda vez encumbrando primero a  Tutmosis II y posteriormente a Tutmosis III.

Amón coronando a Hatshepsut
Relieve en obeslico. Karnak

Comienza así el ascenso al poder de esta gran estadista que no se conformó con ostentar la regencia y en el segundo año del reinado de Tutmosis III dio un giro insólito y nunca jamás repetido en la historia de Egipto autoproclamándose Faraón con el nombre de Maatkara Hatshepsut y gobernando como un rey masculino.

Este acontecimiento no habría sido nunca posible sin contar con el apoyo del clero al dios Amón en Tebas gestado durante el reinado de Tutmosis II. Los privilegios que concedió a los sacerdotes liderados por el visir Hapusebeb en su rango de Sumo Sacerdote de Amón y las cuantiosas donaciones fueron el pago que tubo que hacer la Reina viuda para legitimar su ascensión al trono.

Gracias a los sacerdotes consigue la Teogamia, una declaración al pueblo de Egipto en la que manifiesta que su verdadero padre es el Dios Amón que la engendró en el vientre de la Esposa Real Ahmose para que se sentara en el trono de las Dos Tierras con la conformidad del panteón entero; de esta forma se declara primogénita de Amón, su sustituta y fiel delegada en la Tierra convirtiéndose desde ese momento en completamente sagrada.

A lo largo de la historia del antiguo Egipto fueron pocos los faraones que recurrieron a la Teogamia para legitimar su ascenso al trono. La Faraón Hatshepsut, por esta concesión, tuvo que pagar un alto precio al clero de Amón que comenzaba un imparable ascenso en el poder del estado.

Tutmosis III y Hatshepsut
Capilla Roja, Karnak
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Su reinado fue un período largo y de prosperidad tanto en lo económico como en lo constructivo. El adiestramiento militar del joven faraón junto a las representaciones conjuntas de Tutmosis III y Hatshepsut nos dicen que durante los años de corregencia sus relaciones fueron buenas. El mantenimiento de textos, representaciones, títulos y acciones de la Faraón han quedado preservados en el interior de los monumentos que no eran públicos y sin embargo se borraron todas las imágenes de su figura y memoria que podían ser accesibles.

Esto da lugar a pensar que la tesis que sostiene que fue Tutmosis III quien realizó el borrado de la memoria de Hatshepsut es incierta ya que se conservan escenas y textos de ambos juntos. Seguramente fue el hecho de su condición de mujer que trató de enmascarar en las esculturas y relieves lo que explica la persecución que sufrieron sus monumentos y su memoria en los sucesivos años tras finalizar su reinado.

También se baraja como posibilidad que explique el borrado de imágenes de la Faraón y su arquitecto Senenmut en los anales y edificios, las rivalidades entre los diferentes cultos religiosos; esto explicaría el borrado de la memoria de Senenmut ya que el final de su nombre “Mut”, esposa de Amón, forma parte de la tríada de dioses tebanos cuyo clero se vio muy favorecido durante todo el reinado de la Faraón.

Templo de Pajet. Speos Artemidos

A pesar de todo esto la impronta de la Faraón sigue viva por las numerosas obras arquitectónicas y de rehabilitación que se realizaron bajo su corregencia.
Las últimas excavaciones que se han realizado en la ciudad de Elefantina han descubierto el templo a la diosa Satet y en Speos Artemidos un templo en honor a la diosa de cabeza de león, Pajet.

A lo largo del Imperio Nuevo es la escultura la disciplina artística que más cambios experimenta adquiriendo unas dimensiones cada vez más grandes. De Hatshepsut se conservan estatuas de 3m. de altura, un tamaño pequeño comparadas con esculturas de otros faraones. Esta tendencia hacia las esculturas colosalistas es, posiblemente, un intento de recuperar su papel como intermediarios con la divinidad, condición que se había ido disociando de la función real desde la V dinastía.

Esfinge de Hatshepsut
Museo Metropolitano de Nueva York

El estilo escultórico aunque sigue guardando el convencionalismo artístico que mostraba unas formas de líneas femeninas realizadas por artistas anónimos y formados en técnicas milenarias, tiende hacia un mayor naturalismo en las representaciones.

En la segunda mitad de la XVIII dinastía se recupera el estilo escultórico “estatuas-cubo” conocidas desde el Imperio Medio, debido con mayor probabilidad a una cuestión práctica porque, permitía a un tiempo, representar a la persona en un bloque donde se realizaba también la inscripción de los textos.
Las estatuas más famosas de este estilo escultórico en el reinado de la Reina-faraón son las que representan al arquitecto Senenmut con la Princesa Real Neferura que están envueltas de una gran controversia.

Senenmut y Neferura
Museo Egipcio, Berlin
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Hay una teoría, sin fundamento arqueológico ni científico, que atribuye a Senenmut la paternidad de la única hija de Hatshepsut. Esta suposición tiene como base las representaciones del arquitecto junto a la joven princesa; sin embargo la historia del antiguo Egipto nos dice a través de sus esculturas y pinturas murales que era muy frecuente que los faraones fueran plasmados junto a sus más destacados funcionarios o que los príncipes herederos fueran inmortalizados junto a sus instructores o tutores, caso de Senenmut que además de la función educativa de la princesa, tenía entre otros títulos el de “Administrador de los bienes de la Hija Real Neferura”.

Relieve de Hatshepsut
Museo del Cincuentenario, Bruselas

Dyeser-Dyeseru, es sin lugar a dudas, la obra más representativa y relevante de las realizadas por la Faraón. Asentada frente a Luxor, antigua ciudad de Tebas, el conjunto monumental fue dirigido en su totalidad por Senenmut, que se inspiró en el templo funerario del faraón Mentuhotep II ubicado en el mismo valle.

En el árido y rocoso valle de Deir el Bahari, se encuentra esta maravilla, tesoro del antiguo Egipto y de la humanidad; el sueño de una princesa de linaje real, que tuvo que luchar por unos derechos dinásticos que le fueron negados por su condición de mujer.

Senenmut realizó para ella “El sublime de los sublimes” en cuyas piedras milenarias queda su memoria inmortal.

Olga

viernes, agosto 19, 2011

martes, agosto 16, 2011

Guardaré mi voz en un pozo de lumbre
y será crepúsculo toda la vida.

Ya girarán más leves los cuchillos
porque no encontrarán dónde herirme.
Erguida de rocíos negros,
para ti cantaré.

¡Que no me busquen los sin vista,
que no me llamen los ahogados,
que no me sientan los que huyo!

A mi soledad de reflejos,
amor,
sólo tú.
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