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viernes, diciembre 31, 2010


Feliz y Próspero Año 2011

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lunes, diciembre 27, 2010

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Artista del mes...

 

Autorretrato

Ignacio Zuloaga
Éibar 1870 - Madrid 1945
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Desnudo de la mantilla y el clavel
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 La Celestina

Mujeres en Sepúlveda
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Gitanilla

La enana Doña Mercedes

La Señora de Atucha

Toreros de pueblo

Retrato de Lucienne Bréval
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 La Oterito en su camerino

El enano Gregorio el botero

Corrida de toros en Éibar

Carmen Arconada

José Rodao

La calle de las pasiones

La Hermandad de Cristo

Marquesa de Casati

Montes de Calatayud

Retrato de Anita Ramírez en negro

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viernes, diciembre 24, 2010

 
 Celine Dion
Happy Christmas
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lunes, diciembre 20, 2010

Gustave Doré
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«–Señor –decía Sancho a su señor Don Quijote–, las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado se vuelven bestias: vuesa merced se reporte, y vuelva en sí, y coja las riendas de Rocinante, y avive y despierte, y muestre aquella gallardía que conviene que tengan los caballeros andantes.»

El Quijote, II, Capítulo XI

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domingo, diciembre 19, 2010

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Extraño a mi padre 

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sábado, diciembre 18, 2010

Ignacio Zuloaga
Condesa Mathieu de Noailles

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viernes, diciembre 17, 2010




Los golpes duelen
la vida mata
el tiempo cura
los días pasan.

Y al comenzar
esta partida
ya llevo un alma
a la deriva.

Canciones de cuna para adultos
atravesadas por los años
que llevan en su oscura melodía
tatuada la flor del desengaño.

Y están las sombras
y está el olvido
y este infinito
tiempo perdido

y está el amor
y están los besos
y un mundanal dolor de huesos.

El viento insiste como siempre
en recordarme los sonidos
del terco latido de las cosas
de mundos aún desconocidos.

La pena hiere
la vida mata
con sueños rotos
y balas de plata.

Septiembre llega
como si nada
y se disuelve
en tu mirada.

Vividores sin vida enamorados
de la pálida luz de las estrellas
esparcen poemas en la noche
intentando borrar después sus huellas.
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jueves, diciembre 16, 2010

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Un artista renacentista...
Luis Eduardo Aute
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 .
"Tengo sed",
me oiste decir
con el aliento apenas.
Y me arrullaste, como a un recién nacido,
contra tus pechos ávidos
de labios míos.
Me diste de beber.
Y luego de saciarme,
te repetí:
"tengo sed",
sin aliento apenas.
Me arrullaste, esta vez,
entre tus muslos
y de nuevo, me diste de beber.

En la fuente de la vida
y de la muerte,te sellé,
con un beso,
mi
último suspiro.

Tengo sed


 Pompas, perlas, planetas, pupilas, pezones,,,
y algún huevo frito

 Busca la sangre

 Dedos virginales

Dulces estertores

 Mortal de necesidad

 Templo

Pasión
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miércoles, diciembre 15, 2010

Piedra, dura piedra, roca inerte.
Trepan por tus sales musgos verdes,
verdes musgos que dan vida
que dan sabia, que dan muerte.

Piedras, duras piedras, musgos verdes,
que juegan a la vida mientras mueren,
Así los hombres, como ríos o vertientes
solo un rumbo, solo un lado, solo al frente
Sin mirar a los costados,
somos piedras, somos musgos, somos sales,
que jugamos a ser vivos, a ser héroes.
Que mordemos la manzana tantas veces,
por avaros, por tiranos, por herejes.

Piedra, dura piedra, roca insana, río breve,
así los hombres ingenuos inmortales de laureles,
guerrilleros de la aurora, verdugos de la vida,
inventores de farsa, fabricantes de la muerte.
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martes, diciembre 14, 2010


Enrique Morente
1942-2010


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viernes, diciembre 10, 2010


No me quedan silencios que callarme
ni palabras calladas que decirte.

Sólo ese orgullo estoico que padeces

me sostiene amarrado en tu memoria
y arrastra los grilletes de mi ausencia
por sombras de locura iluminada
camino del cadalso que te obsequio.

Y aquel amor que zarpaba promesas

y abrazaba palabras en el viento,
hoy navega sin rumbo soledades
por estelas plateadas de distancia.

Y aquel amor que huérfano de piel,

un tiempo fue poema y agonía
de la loca locura de mi anhelo,
hoy oscila sin vida, putrefacto,
colgado de la soga de horas negras
que asfixió mis esperas taciturnas,
la certeza de ser lo que esperaba
y el dolor de inventarte cada día.

Y aquel amor indómito y salvaje

que incendiaba hasta el verde de los pastos
a orillas del arroyo en el ocaso
o inventaba coartadas al silencio
hoy invita a las larvas de mi olvido
a un macabro festín con tu recuerdo.


miércoles, diciembre 08, 2010

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"La vida es aquello que nos va sucediendo
mientras nos empeñamos en hacer otros planes"

John Lennon 
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Moby
In My Heart
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"Durante toda mi vida he entendido el amor como una especie de esclavitud consentida. Pero esto no es así: la libertad sólo existe cuando existe el amor. Quien se entrega totalmente, quien se siente libre, ama al máximo. Y quien ama al máximo, se siente libre. Pero en el amor, cada uno de nosotros es responsable por lo que siente, y no puede culpar al otro por eso. Nadie pierde a nadie porque nadie posee a nadie. Y esta es la verdadera experiencia de la libertad: tener lo más importante del mundo sin poseerlo".

Once Minutos
Paulo Coelho

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domingo, diciembre 05, 2010

Edward Hopper. Una mujer en el sol

El viaje a lo real
Autor: Antonio Muñoz Molina 04/12/2010
http://www.elpais.com/articulo/portada/viaje/real/elpepuculbab/20101204elpbabpor_5/Tes

Dice el pintor Juan Genovés que hay cuadros fotogénicos y otros que no lo son, y que a los cuadros fotogénicos les pasa muchas veces como a las personas fotogénicas, que defraudan cuando se los encuentra en el mundo real. Dice también Genovés que los cuadros hay que mirarlos sentado, y no de pie, sin prisas y no con ese cansancio errante de los museos, que deja los pies doloridos y la mirada desganada. Ahora, cada vez que entro en un museo o en una galería de arte, me acuerdo de Genovés y me fijo no sólo en si la iluminación es buena o si la primera impresión es favorable, sino también en si hay bancos confortables y bien situados. No suele haber muchos, la verdad, pero cuando se encuentra uno que permite mirar reposadamente una obra admirable -y no hay mucha gente tapando la vista- la ventaja es notoria. Genovés, que tiene tan buena memoria para los cuadros como para los buenos bancos que hay delante de algunos de ellos, se acordaba de uno situado en los Uffizi justo frente al Nacimiento de Venus, y en seguida hizo un gesto de reconocimiento cuando yo le hablé del que está delante de un gran rothko hecho de gradaciones de negros y violetas en el Metropolitan de Nueva York. Con alguna frecuencia, y en épocas distintas de nuestras vidas, los dos hemos disfrutado de ese banco. Ahora, en la Frick Collection, han cambiado de sitio La Forja de Goya, y le han puesto delante un banco gracias al cual uno tiene el sosiego y el descanso necesario para mirar ese cuadro tremendo, que tiene una sugestión de mitología infernal y a la vez es un retrato fidedigno del trabajo humano: el metal candente y la tensión de los músculos, las cabezas inclinadas, el martillo que se levanta por encima de ellas y que parece que lo mismo puede descargar su fuerza sobre el hierro al rojo vivo que machacar un cráneo.

Edward Hopper. Verano en el interior

Se ve que es una buena época para cumplir el precepto de Genovés. En el MOMA han puesto uno de esos bancos esbeltos de la Bauhaus delante de una pared con varios cuadros de Rothko, y en la sala contigua hay otro igual de conveniente en el que un amigo y yo nos sentamos hace unos días para mirar a gusto un pollock que parecía estallar delante de nosotros con la energía intacta de la inspiración y el arrojo físico con los que fue pintado. Se sienta uno y es como si empezara una película. Se descubre que la pintura, como el cine o la novela, también es un arte del tiempo, no sólo del espacio. Tiempo inmóvil que vibra, que fluye. Esta misma mañana, en el Whitney, he agradecido más la presencia de un banco porque me ha permitido mirar despacio un cuadro de Hopper que no recordaba haber visto nunca en la realidad, de gran formato, de colores luminosos, con una de esas composiciones suyas que dan una impresión de naturalidad o de azar y sin embargo están llenas de rarezas: Barber Shop, de 1931. Es un cuadro sin duda fotogénico, como diría Genovés, pero no creo que ninguna foto le haga justicia: una claridad de mediodía -es la una en el reloj de la pared- entra de la calle a través del gran ventanal del escaparate y deslumbra el blanco de las paredes y el de la chaqueta del barbero, y hace más limpio el verde del uniforme de su ayudante, la encargada de la manicura, que aprovecha una tregua de ocio para perderse en la lectura de una revista. Quizás lo más asombroso de todo es el espejo, en el que debería reflejarse la cara del cliente que está siendo atendido: pero el espejo es una mancha, una gasa de color traspasada por la luz, y la cara es un óvalo despojado de rasgos, una presencia tan ajena, tan hermética, como la del barbero que está casi de espaldas a nosotros o la ayudante que se inclina sobre la revista. Sombras azuladas dan forma a los volúmenes de las cosas, dividen diagonalmente el espacio: cada blanco tiene su propia tonalidad, su textura precisa, siempre muy austera.

La exposición del MOMA está dedicada al expresionismo abstracto. La del Whitney se titula Modern Life: Edward Hopper and His Time. Las dos, cada una a su manera, son una consecuencia del ahorro forzoso que la crisis económica ha traído a los grandes museos de Nueva York, tan dependientes de patrocinios privados. El MOMA, como el Whitney, en una época en la que ya no son posibles las grandes demostraciones de poderío, con préstamos internacionales y transportes y seguros carísimos, han optado por indagar en sus fondos propios, en parte ofreciendo más bien engañosamente como novedad obras muy familiares, en parte rescatando otras a las que por falta de espacio y por un exceso habitual de subordinación a la moda llevaban mucho tiempo sin hacer caso. El reclamo de los grandes nombres llena las salas de turistas y de esa clase de aficionados que no obedecen a la fatigosa ortodoxia de la última moda. Hay menos espectacularidad, pero también menos fuegos de artificio. Se ha acabado, o al menos apaciguado, aquella sobreabundancia que sólo provocaba aturdimiento, aquel lujo tan fértil para el esnobismo.

 Edward Hopper. Sol de la mañana

Y al haber menos despliegues visuales se puede mirar con más atención, y descubrir así una vez más la banalidad de esas distinciones nítidas, de esa rigidez doctrinal que tantas veces imponen los enterados y los críticos. Qué imperiosamente real puede ser Jackson Pollock, qué abstracto Edward Hopper. En los márgenes de uno de los grandes cuadros de Pollock que mirábamos mi amigo y yo sentados en un banco hay huellas de pisadas y de manos abiertas, y esas manos tienen de pronto la fuerza de conjuro de las que se ven en las cuevas de hace quince o veinte mil años. La pintura, vista de cerca, lo golpea a uno como un redoble de timbal, como una presencia urgente que lo interpela, atrapándolo por las solapas. En Full Fathom Five, uno de los primeros cuadros en los que encontró su estilo, Pollock llena todo el espacio de trazos, manchas, chorreones de color extrañamente armónicos, pero también incrusta en esa materia todavía fresca lo primero que encuentra, lo que tiene a mano, lo que tal vez se le cae de los bolsillos al inclinarse sobre el lienzo extendido en el suelo: un cigarrillo, el tapón de un bote de pintura, monedas, una llave, una caja de cerillas.

Y cuando se ve a Hopper en compañía de sus maestros y de sus contemporáneos realistas asombra más el modo radical en que él prescinde de cualquier anécdota narrativa para quedarse con unos cuantos rasgos esenciales, dejando, como quería Antonio Machado, oscura la historia / y clara la pena, para explorar las fronteras visibles e invisibles entre las personas y entre las cosas: entre el atardecer y la noche, entre la última esquina y el principio del bosque, entre lo evidente y lo escondido, entre la luz de una gasolinera o la de un apartamento y la oscuridad que va envolviéndolo todo, delante de nuestros mismos ojos, ahora mismo.

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Modern Life: Edward Hopper and His Time. Whitney Museum. Nueva York. Hasta el 10 de abril de 2011. whitney.org.  
Abstract Expressionist New York. MOMA. Nueva York. Hasta el 25 de abril de 2011.
www.moma.org.

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jueves, diciembre 02, 2010

Nicoletta Tomás. Amantes
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No es que muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma, de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.

Muero de ti y de mi, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.

Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro
acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé como yo mismo.

Morimos en el sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el lugar en que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros,
separados del mundo, dichosa, penetrada,
y cierto , interminable.

Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.

Nos morimos, amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de triángulos oscuros e incesantes.
Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
de nuestra muerte ,amor, muero, morimos.
En el pozo de amor a todas horas,
inconsolable, a gritos,
dentro de mi, quiero decir, te llamo,
te llaman los que nacen, los que vienen
de atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos.

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lunes, noviembre 29, 2010

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Artista del mes....
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Autorretrato, 1798

Joseph Mallord William Turner
Londres 1775 - Londres 1851

 Pescadores en el mar, 1796
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  Crucero del Priorato de Ewenny, Glamorganshire, 1797
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 La quinta plaga de Egipto, 1800
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Barcos holandeses en una  galerna, 1801
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El naufragio, 1805
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El naufragio de un barco de transporte, 1810
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Aníbal cruzando los Alpes, 1812
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El monte Vesubio en erupción, 1817
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 La decadencia del Imperio Cartaginés, 1817
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 Tormenta, 1823
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La muerte sobre un caballo pálido, 1825-1830
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Canal de Chichester, 1828
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Rocky Bay con figuras, 1830
.
Vista sobre la ciudad de Suset,
un cementerio en el primer plano, 1832
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 Quillebeuf en la boca de Seine, 1833
 .
El incendio de las Casas del Parlamento, 1834

 Dos mujeres y una carta, 1835
.
 
 El «Temerario» remolcado a dique seco, 1839
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 Puesta de sol sobre un lago, 1840
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 Tormenta de nieve, 1842
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La sombra y la oscuridad, la noche del diluvio, 1843

 
 Dogana y Santa Maria della Salute, Venecia, 1843
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 La mañana después del diluvio.
Moisés escribiendo el libro del Génesis, 1843
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Lluvia, vapor y velocidad
El gran ferrocarril del Oeste, 1844
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 Luz de la luna
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El Ángel estaba en el sol, 1843
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Ondina avisa a Massaniello pescador de Nápoles, 1846
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Ulises burlando a Polifemo, 1848