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viernes, diciembre 28, 2012


miércoles, diciembre 26, 2012

domingo, diciembre 23, 2012

Artista del mes...


 Doménikos Theotokópoulos "El Greco"
Candía, Creta (República de Venecia) 1541 - Toledo 1614

 Retrato de un caballero anciano, 1595-1600
* Considerado autorretrato

San Francisco recibiendo los estigmas, 1567-1570


Muchacho encendiendo una candela o "El Soplón", 1570-1572

Vista del monte Sinaí, 1570-1572

Piedad, 1570-1576

La Dama del armiño, 1577-1579

La Santa Faz, 1577-1579

Santa María Magdalena, 1577-1580

San Francisco, 1580

Fábula, 1587-1596

San josé con el niño Jesús, 1597-1599

San Judas Tadeo, 1600-1607

La Coronación de la Virgen, 1603-1605

La Virgen de la Caridad, 1603-1605

La Magdalena penitente, 1607

Concierto angélico 1608-1614

La Visitación, 1608-1614

La visión del Apocalipsis, 1609-1614

La expulsión de los mercaderes del templo o "La Purificación del Templo", 1610-1614

San Jerónimo, 1610-1614

Laocoonte, 1610-1614


sábado, diciembre 22, 2012


 Palacio Altemps del Museo Nacional Romano, Roma. Siglo III a. C

Los doce trabajos de Hércules 

Hércules es el héroe mitológico por excelencia. Sus hazañas no sólo entretenían a los hombres griegos a modo de relatos épicos sino que simbolizaban otros aspectos que eran importantes para ellos, como la invariabilidad del destino y el crecimiento personal, convirtiéndose en un modelo a seguir.

Hércules era el hombre fuerte, semi-mortal criado bajo las tutelas de seres míticos y extraordinarios que forja su propio destino sin los yugos de los dioses. Él se enfrenta a las iras divinas cara a cara y sale victorioso, es conocedor de sus capacidades y está seguro de sí mismo, pero Hércules también es mortal, así que dispone de comportamientos humanos, ello lo hace más vulnerable a los ojos del hombre griego, pues el héroe también se equivoca. Ese aspecto le confiere un halo más humano, algo que los griegos conocen bien, pues toda su religión está basada en deidades antropomórficas donde se cuestiona la personalidad y actitud de los propios Dioses, las debilidades forman parte del carácter de éstos y se muestran en cada relato sacro.

Hijo de Zeus y de Alcmena, el dios se enamoró perdidamente de ella por lo que aprovechando la ausencia de su marido Anfitrión que estaba luchando contra los teleboides, tomó su forma engendrando a Hércules. Anfitrión a su llegada yació con su esposa por lo que igualmente engendró otro hijo, con unas horas de diferencia, al que llamaron Ificles. Cuando Hera se enteró, enfureció de cólera y sabiendo que Zeus le había procurado una fuerza física descomunal a Hércules, y que había predicho que éste sería rey de Argos, postergó el nacimiento de los niños hasta los 10 meses y adelantó el de su primo Euristeo, haciéndolo por edad heredero de la corona de Argos. La propia diosa intentó matar al bebé cuando contaba con ocho meses de vida poniendo dos serpientes venenosas en su cuna pero Hércules logró matarlas con sus propias manos.

La infancia del héroe fue la propia que se les encomendaba a los niños de la época, destacó por su fuerza y valor pero en cuestiones artísticas Hércules era nulo, por lo que en un ataque de ira mató a Lino, el maestro de lira por excelencia, por lo que Anfitrión le castigó obligándole a cuidar los rebaños hasta los 18 años en el monte Citerón. Fue ahí donde Hércules dio muerte a un león por orden del rey Tespis que estaba acabando con el ganado de la zona, mientras duró la empresa el héroe se hospedo en el palacio de este, yaciendo cada día con una de las cincuenta hijas que tenía el rey.

El día que Hércules acabó con el león tropezó en el camino con los emisarios del rey Ergino, un rey despiadado que hacía pagar unos tributos abusivos a Tebas, por lo que les arrancó las orejas y la nariz y las envió a modo de collar al rey, éste enfurecido inició una guerra contra Tebas, pero Hércules lucho del lado de este último, saliendo vencedor de la contienda y consiguiendo el favor del rey Tebano que agradecido le ofreció a su hija Megara.

Hera, encolerizada por los éxitos de Hércules, se apareció a Euristeo dándole órdenes explícitas de que impusiera a Hércules doce pruebas que no pudiera realizar, así fue como Hércules fue llamado a su presencia, al principio se negó pero consultó el oráculo que le indicó la necesidad de realizarlos, Hércules en un ataque de ira, y bajo los efectos del enloquecimiento que le envió Hera, mató a sus propios hijos. Al volver en sí se dio cuenta de su error y abandonando a su desconsolada mujer Megara, se puso bajo el yugo de la autoridad de Euristeo en Argos, iniciando los doce trabajos que le iba a encomendar.

Francisco de Zurbarán. Hércules luchando con el león de Nemea, 1634

1. Matar al León de Nemea y tomar su piel, que después llevaría en varios viajes

Esta bestia era hijo de Ortro y nieto de Tifón, fue educado y criado por la diosa Hera que lo situó expresamente en la región de Nemea para que acabara con la población del lugar cuando caía la noche, asesinando a cuantas personas se cruzaran con él, la prueba consistía en acabar con el animal, y lo cierto es que Hércules intentó acabar con éste lanzando sus flechas, pero el animal tenía la piel tan dura y era tan feroz y voraz que el esfuerzo fue inútil. Hércules entonces, cerró con rocas una de las salidas de la cueva del animal, lo acorraló dentro y utilizando sus propios brazos, lo asfixió. Posteriormente, arrancó su piel y se la colocó sobre sus espaldas y la cabeza a modo de casco, volviendo victorioso a Argos.

Fue de esta forma como se le representó en las cerámicas y esculturas griegas y romanas posteriormente, incluso Cómodo, el emperador, se disfrazaba de Hércules para expresar su fortaleza y su halo mítico en los espectáculos de gladiadores donde él mismo participaba.


Francisco de Zurbarán. Lucha de Hércules con la Hidra de Lerna, 1634


2. Matar a la Hidra de Lerma
Al igual que el león de Nemea, Hera crió a Hidra, una serpiente mitológica de nueve cabezas hija de Equidna y Tifón, era colosal en sus proporciones, sus escamas duras como el acero y su aliento era venenoso y mortal pues desprendía gases tóxicos, de hecho era mucho más peligrosa que el león, porque aunque Hércules cortaba sus cabezas, de cada herida brotaban otras dos multiplicándose el peligro, asimismo de la sangre que manaba y que caía al suelo crecían escorpiones.
Apoyado por su sobrino Yolao, Hércules le mando hacer un fuego en el bosque que les rodeaba, esto le permitió quemar con los troncos ardientes cada una de las cabezas que seccionaba, cicatrizando la herida e impidiendo que de nuevo crecieran otras. Viendo que la del medio era inmortal, la cortó con su harpe, y la enterró, colocando sobre ella una enorme roca.

En un primer momento Euristeo, quiso anular la prueba alegando que Hércules había hecho el trabajo con su sobrino, pero finalmente por las presiones la dio por buena.

Adolf Schmidt. Heracles cazando a la cierva de Cerinea


3. Capturar a la Cierva de Cerinea
Este animal era uno de los ciervos consagrados a la Diosa Artemisa, la cazadora, sus cuernos eran de oro y sus pezuñas de bronce y era tal su agilidad y velocidad que Hércules tardó un año entero en su empresa, el animal recorrió todo el mundo conocido hasta los Hiperbóreos, con lo que tuvo que recular, cobijándose posteriormente en Artemisio pero Hércules le clavó una flecha haciendo relativamente sencillo el apresarla y cargar con ella. A medio camino, el héroe se encontró con Artemisa y Apolo, que viendo que había apresado a un animal sacro quisieron darle muerte, no obstante Hércules inculpó del hecho a Euristeo y apiadándose de él, le dejaron marchar con el botín.


Francisco de Zurbarán. Lucha de Hércules con el jabalí de Erimanto, 1634


4. Capturar al Jabalí de Erimanto
El cuarto de los trabajos consiste en capturar, que no matar, a un jabalí enorme y muy feroz que vivía en el monte Erimanto, para hacerlo salir de su madriguera Hércules empezó a gritar obligándolo a huir hacia la zona de la montaña más cubierta de nieve. Ello hizo que el jabalí no pudiera huir tan fácilmente debido al espesor y que sus pezuñas se hicieran más pesadas. De esta manera le fue mucho más sencillo someterlo y llevárselo consigo. Cuando Euristeo vio la bestia huyó a esconderse diciéndole a Hércules que se deshiciera de él.

Francisco de Zurbarán. Hércules desvía el curso del río Alfeo, 1634


5. Limpiar los Establos de Augías en un día
Este episodio tiene como protagonista a un rey de la Elide en el Peloponeso, llamado Augías. Éste disponía de establos con una gran cantidad de ovejas y cabras de su propiedad, pero su avaricia era tal que no quería gastarse dinero en la limpieza de los establos por lo que los excrementos de los animales se amontonaban desde hacía años. Euristeu queriendo doblegar y ridiculizar a Hércules le obliga a limpiarlos. A cambio el rey le promete un tercio del ganado si logra limpiarlo todo, Hércules desvió los cursos de los ríos Alfeo y Peneo, y los dirigió hacia los establos limpiándolo todo. El rey quiso incumplir el pacto hecho con Hércules por lo que posteriormente inició una guerra contra él dándole muerte por su ofensa.

Alberto Durero. Hércules mata las aves de Estínfalo, 1500


6. Matar a las Aves del Estínfalo
En el sexto trabajo Hércules debe acabar con una plaga de aves (según algunos mitos provistas de alas, picos y zarpas de cobre) situadas en el lago Estinfalia en la Arcadia que están destruyendo los cultivos.

Para hacerlas salir de la espesura del bosque Hércules utilizó unas castañuelas proporcionadas por Atenea y fabricadas por el Dios herrero Hefesto, el ruido que emitieron las asustó por lo que emprendieron el vuelo alejándose de la protección de los árboles. Hércules con sus flechas envenenadas las fue haciendo caer una por una acabando con todas ellas.

Francisco de Zurbarán. Hércules lucha contra el toro de Creta, 1634


7. Capturar al Toro de Creta
El toro, muy presente en la cultura micénica forma parte del sexto de los trabajos. El animal fue un regalo hecho por Posidón al rey Minos que debía sacrificarlo en su honor, pero el rey desobedeció las órdenes por lo que el dios volvió loco a la bestia arrasando todo y todos cuantos tenía a su paso. Euristeo encomendó a Hércules a que le trajera el toro vivo, después de que el héroe viajara hasta Creta le solicitó ayuda al rey, pero éste se la negó, aunque le invitó a que lo hiciera por sí mismo. Hércules logró capturarlo y lo portó hasta Grecia cruzando el mar con el animal sobre sus hombros. Euristeo quiso ofrecerlo a Hera a modo de regalo, pero se negó en redondo a aceptar algo que viniera de las manos de Hércules por lo que fue dejado en libertad.

Gustave Moreau. Las yeguas de Diodemes, 1870


8. Robar las Yeguas de Diomedes
En esta ocasión Euristeo le encomienda la misión de traerle las yeguas del rey Diomedes de Tracia, hijo del dios Ares, y famoso por su crueldad pues a los caballos los alimentaba con carne humana. Para ello, Hércules mató al rey y lo descuartizó para alimentar a los animales y poder saciar su hambre, de esta manera le resultó mucho más sencillo apresarlos y llevarlos a Grecia consigo.


Liebig. El cinturón de Hipólita, 1927


9. Robar el Cinturón de Hipólita
La hija de Euristeo, Admeta deseaba tener el cinturón de la reina de las Amazonas, Hipólita, regalado por el dios de la guerra Ares. Hércules se dirigió a Temiscira y le solicitó a la reina que se lo diera, ésta aceptó gustosamente, pero la diosa Hera enfurecida por la facilidad, se disfrazó de Amazonas y sembró el rumor de que Hércules quería raptar a la reina, por lo que los hombres de Hércules y las guerreras amazonas iniciaron una batalla, que acabó con la vida de la reina en manos de Hércules.


Francisco de Zurbarán. Hércules vence al rey Gerión, 1634


10. Robar el Ganado de Gerión
Euristeo mandó a Hércules traerle los bueyes pertenecientes a Gerión, y que pacían en la isla de Eritrea.
Hércules después de atravesar Libia y el océano con la copa proporcionada por el dios Helio, llegó a la zona donde estaban los bueyes al cuidado de Euretión y su perro Ortro. Para hacerse con ellos el héroe tuvo que matar a ambos, pero el pastor que custodiaba el rebaño del Dios Hades estaba cerca, así que avisó a Gerión que Hércules había matado a su pastor y que huía con su rebaño. En vano el rey intentó darle muerte pues Hércules acabó con la vida del rey.



Peter Paul Rubens. Hércules matando al dragón del jardín de las Hesperídes,1635-1640


11. Robar las Manzanas del Jardín de las Hespérides
Cuando la diosa Hera se casó con Zeus, Gea, les regaló unas manzanas de oro, que Hera plantó en su jardín y que custodiaban las Hespérides con la ayuda de un dragón.

Euristeo mando a Hércules a que cogiera los frutos de Hera, para ello Hércules tuvo que vagabundear por diferentes lugares del mundo haciendo uso de la copa de Helio para poder localizar el jardín. En una de las incursiones liberó a Prometeo de su cautiverio y éste a modo de recompensa le instó a que encontrara al Titán Atlas que era quién soportaba el peso de la Tierra y el único que sabía donde estaba el jardín de las Hespérides.

Hércules llego a la región de los Hiperbóreos, encontrándose con Atlas. Para convencerle le dijo que él mismo sostendría el mundo liberándole de la carga mientras Atlas iba a buscar las manzanas. Así fue como Atlas volvió con las manzanas en sus manos, pero le dijo que él mismo iría a dárselas a Euristeo, Hércules viendo que sería condenado a cargar con la Tierra sobre sus hombros, engañó de nuevo al Atlante, diciéndole que por favor, sostuviera un momento el mundo mientras se colocaba una almohada en los hombros para protegerlos, Atlas cayó en la trampa y Hércules marchó con las manzanas. Finalmente como Euristeo no sabía qué hacer con éstas, se las regaló de nuevo a la Diosa, quién las volvió a colocar en su jardín.

Francisco de Zurbarán. Hércules y el cancerbero, 1634


12. Capturar en los infiernos a Cerbero
Este ser mitológico era un perro de tres cabezas que custodiaba las puertas del inframundo, donde residían las almas de los muertos y se encargaba de que no entraran los vivos ni pudieran salir los muertos. Euristeo, encargó a Hércules que le trajera al can, sabiendo de antemano que nadie podía salir del infierno. Zeus para esta empresa le pidió a Hermes, conductor de las almas, que acompañara a su hijo, Hércules por su parte se inició previamente en los misterios de Eleúsis y se puso camino a Tenaro, donde se creía estaba la puerta de entrada a los infiernos. Cuando llegó se encontró con Teseo encadenado, Hércules le liberó de sus cadenas y emprendió el camino. 
Frente al dios Hades le solicitó a Cerbero, pero Hades le instó a que fuera él mismo quién redujera a la bestia, y así lo hizo. Con sus enormes brazos, Hércules sometió al animal y se lo llevó a Euristeo, quién asustado obligó a Hércules a que se deshiciera de él. El héroe lo devolvió a Hades.


Zurbarán y "Los trabajos de Hércules"

Francisco de Zurbarán. Hércules separa los montes Calpe y Abyla, 1634


“Los trabajos de Hércules” es una serie mitológica que Francisco de Zurbarán creó para decorar el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro de Madrid. El palacio fue un conjunto arquitectónico de grandes dimensiones diseñado por el arquitecto Alonso Carbonel (1590–1660) y construido por orden de Felipe IV como segunda residencia y lugar de recreo (de ahí su nombre). Se edificó en lo que entonces era el límite oriental de la ciudad de Madrid. Hoy en día lo conocemos por los escasos vestigios que quedan de él y por los jardines del mismo, que hoy conforman el Parque del Retiro.

En 1701 los diez lienzos de la serie fueron inventariados sin autor, lo que sembró entre los investigadores la duda sobre su autoría. Unos pensaban que eran obra “del pintor de frailes” que se había adentrado en la plasmación de un tema profano y otros tan sólo le adjudicaban cuatro de las diez obras. La autoría de todas ellas no se atribuyó al pintor extremeño hasta 1945; el descubrimiento de unos documentos que recogían la transacción en la cual se pagaba la cantidad de 1100 ducados a Zurbarán por diez cuadros de los trabajos de Hércules, más dos cuadros del socorro de Cádiz, resolvía definitivamente quién había sido el autor de las obras.

Los cuadros “Hércules separa los montes Calpe y Abyla”, “Hércules luchando con Anteo” y “Muerte de Hércules, abrasado por la túnica del centauro Neso”, en realidad, no forman parte de los doce trabajos de Hércules ya que tratan de otras aventuras secundarias que le acontecen al héroe.

En el  “Hércules separa los montes Calpe y Abyla” el pintor recrea el momento en el que Hércules crea el estrecho de Gibraltar mediante la separación -o acercamiento, según algunos autores- de los montes Calpe y Abyla. La columna norte (antiguo Kalpe o «Calpe») es identificada con el peñón de Gibraltar (426 m). La identidad de la columna sur (antigua «Abila») ha sido disputada a través de la historia, siendo los dos candidatos más probables el Monte Hacho (204 m) en Ceuta y el Monte Musa (851 m) en Marruecos.
A través de este acontecimiento, que manifiesta la estrecha vinculación del semidiós con España, se recuerda la elevación de las dos célebres columnas hercúleas con el lema Non plus ultra, divisa que Carlos V convertiría en el emblema imperial de los Austrias. 
Esta aventura acontece cuando el héroe se disponía a realizar el décimo trabajo encomendado por el rey Euristeo.


Francisco de Zurbarán. Hércules luchando con Anteo, 1634


En “Hércules luchando con Anteo”, narra cómo Hércules dio muerte al gigante norteafricano Anteo cuando el héroe tenía que realizar el trabajo número once que consistía en robar las manzanas de oro en el jardín de las Hespérides.
Anteo, en su condición de hijo de Gea, diosa de la Tierra y de Posidón habitaba en Libia y obligaba a todos los viajeros que por allí pasaban a luchar contra él. Una vez vencidos y muertos, con sus despojos adornaba el templo de su padre. Mientras que Anteo tocaba la tierra era invulnerable pero cuando Hércules luchó contra él, consiguió derrotarle al levantarle sobre sus hombros y asfixiarlo entre sus brazos.


En el tercero de los lienzos “Muerte de Hércules, abrasado por la túnica del centauro Neso” el héroe recibe de su esposa, Deyanira, una camisa envenenada que le había entregado el centauro Neso con el pretexto de que, utilizada por Hércules, convertiría en aborrecibles a sus ojos al resto de las mujeres. La túnica, que le provocó un intenso dolor al entrar en contacto con su piel, acabó por estallar en llamas, abrasándole. Zeus, padre de Hércules, logró rescatarlo de las llamas y lo condujo hasta el Olimpo, donde le concedió la inmortalidad.


Los trabajos de Hércules simbolizan tanto el valor del héroe, y con él, el del Rey y la monarquía, como el triunfo de la Virtud sobre el Mal y la Discordia.
Dentro del programa general del Salón de Reinos, representaban las virtudes del rey de España y la identificación entre ambos personajes, mientras que los cuadros de batallas mostraban la práctica constante de dichas virtudes y sus gloriosos efectos en el mundo. Símbolo de la Fortaleza y la Virtud, Heracles o Hércules fue uno de los héroes más prestigiosos de la mitología griega y latina y, desde el siglo XVI, se identificó también con los reyes españoles de la casa de Austria, que se consideraban sus descendientes y se identificaban con Hércules Hispánicus.

La serie completa de procedencia real, pertenece en la actualidad al fondo del Museo Nacional del Prado.


Francisco de Zurbarán. Muerte de Hércules, abrasado por la túnica del centauro Neso, 1634

domingo, diciembre 16, 2012

lunes, diciembre 10, 2012


Porque los asesinatos y demás formas de actuación terrorista
son una aberración para la condición humana...
Porque no hay justicia basada en la impunidad de los delitos...

No olvidamos a las víctimas del terrorismo


sábado, diciembre 08, 2012



Agus...

Me he acordado especialmente de él paseando entre las hayas de este lugar donde estuvimos juntos tantas veces y de alguna manera... estaba conmigo...
Hoy que hubiera sido su cumpleaños, Beso su recuerdo




Nómadas
Franco Battiato



viernes, diciembre 07, 2012


El árbol de los problemas
.
Un carpintero me había contratado para que le ayudase a reparar una vieja granja, y ya habíamos terminado nuestro primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se había estropeado y había perdido más de una hora de trabajo en intentar arreglarla, por otro lado su viejo camión se negaba a arrancar.

Mientras lo llevaba a su casa en mi coche, el carpintero se sentó en silencio. Una vez llegamos a su casa, me invitó muy cordialmente a pasar a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo unos instantes frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de las ramas con ambas manos. Cuando la puerta se abrió ocurrió una sorprendente transformación, su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su amada esposa. Luego de compartir un refresco con ellos, el carpintero me acompaño a mi coche, y al pasar por el pequeño árbol, sentí la curiosidad de preguntarle acerca de lo que había hecho hacia unos instantes antes de entrar.

¡Oh! – Exclamo con determinación – Ése que ves allí es mi árbol de los problemas. Como sé que no puedo evitar tener problemas en el trabajo, no significa que dichos problemas me los tenga que traer a casa. Lo que es seguro que los problemas no pertenecen ni a mi casa, ni a mi esposa y mucho menos a mis pequeños hijos. Así que cada día que vuelvo, justo antes de entrar en caso cuelgo todos mis problemas en el árbol. Luego, por la mañana, los recojo otra vez. Lo divertido es – exclamo sonriente – que cuando salgo por la mañana a recogerlos, ni remotamente hay tantos problemas como los que recuerdo haber colgado la noche anterior.

Imagen: Vladimir Kush

jueves, diciembre 06, 2012

martes, diciembre 04, 2012



Ética para Amador
Fernando Savater

7. Aparece pepito grillo


¿Sabes cuál es la única obligación que tenemos en esta vida? Pues no ser imbéciles. La palabra «imbécil» es más sustanciosa de lo que parece, no te vayas a creer. Viene del latín baculus que significa «bastón»: el imbécil es el que necesita bastón para caminar. El imbécil puede ser todo lo ágil que se quiera y dar brincos como una gacela olímpica, no se trata de eso. Si el imbécil cojea no es de los pies, sino del ánimo: es su espíritu el debilucho y cojitranco, aunque su cuerpo pegue unas volteretas de órdago. Hay imbéciles de varios modelos, a elegir:
a) El que cree que no quiere nada, el que dice que todo le da igual, el que vive en un perpetuo bostezo o en siesta permanente, aunque tenga los ojos abiertos y no ronque.
b) El que cree que lo quiere todo, lo primero que se le presenta y lo contrario de lo que se le presenta: marcharse y quedarse, bailar y estar sentado, masticar ajos y dar besos sublimes, todo a la vez.
c) El que no sabe lo que quiere ni se molesta en averiguarlo. Imita los quereres de sus vecinos o les lleva la contraria porque sí, todo lo que hace está dictado por la opinión mayoritaria de los que le rodean: es conformista sin reflexión o rebelde sin causa.
d) El que sabe que quiere y sabe lo que quiere y, más o menos, sabe por qué lo quiere pero lo quiere flojito, con miedo o con poca fuerza. A fin de cuentas, termina siempre haciendo lo que no quiere y dejando lo que quiere para mañana, a ver si entonces se encuentra más entonado.
e) El que quiere con fuerza y ferocidad, en plan bárbaro, pero se ha engañado a sí mismo sobre lo que es la realidad, se despista enormemente y termina confundiendo la buena vida con aquello que va a hacerle polvo.
Todos estos tipos de imbecilidad necesitan bastón, es decir, necesitan apoyarse en cosas de fuera, ajenas, que no tienen nada que ver con la libertad y la reflexión propias.

Conclusión: ¡alerta! ¡en guardia!, ¡la imbecilidad acecha y no perdona!
Uno puede ser imbécil para las matemáticas (¡mea culpa!) y no serlo para la moral, es decir, para la buena vida. Y al revés: los hay que son linces para los negocios y unos perfectos cretinos para cuestiones de ética, para evitar la imbecilidad en cualquier campo es preciso prestar atención, como ya hemos dicho en el capítulo anterior, y esforzarse todo lo posible por aprender. En estos requisitos coinciden la física o la arqueología la ética. Pero el negocio de vivir bien no es lo mismo que el de saber cuánto son dos y dos. Saber cuánto son dos y dos es cosa preciosa, sin duda, pero al imbécil moral no es esa sabiduría la que puede librarle del gran batacazo.

Lo contrario de ser moralmente imbécil es tener conciencia. Pero la conciencia no es algo que le toque a uno en una tómbola ni que nos caiga del cielo. Por supuesto, hay que reconocer que ciertas personas tienen desde pequeñas mejor «oído» ético que otras y un «buen gusto» moral espontáneo, pero este, «oído» y ese «buen gusto» pueden afirmarse y desarrollarse con la práctica

Bueno, admito que para lograr tener conciencia hacen falta algunas cualidades innatas, como para apreciar la música o disfrutar con el arte. Y supongo que también serán favorables ciertos requisitos sociales y económicos pues a quien se ha visto desde la cuna privado de lo humanamente más necesario es difícil exigirle la misma facilidad para comprender lo de la buena vida que a los que tuvieron mejor suerte. Si nadie te trata como humano, no es raro que vayas a lo bestia... Pero una vez concedido ese mínimo, creo que el resto depende de la atención y esfuerzo de cada cual. La conciencia esta dentro de los siguientes rasgos:
a) Saber que no todo da igual porque queremos realmente vivir y además vivir bien, humanamente bien.
b) Estar dispuestos a fijarnos en si lo que hacemos corresponde a lo que de veras queremos o no.
c) A base de práctica, ir desarrollando el buen gusto moral de tal modo que haya ciertas cosas que nos repugne espontáneamente hacer.
d) Renunciar a buscar coartadas que disimulen que somos libres y por tanto razonablemente responsables de las consecuencias de nuestros actos.

Como verás, no invoco en estos rasgos descriptivos motivo diferente para preferir lo de aquí a lo de allá, la conciencia a la imbecilidad, que tu propio provecho. Por qué está mal lo que llamamos «malo»? Porque no le deja a uno vivir la buena vida que queremos. Por lo general la palabra «egoísmo» suele tener mala prensa: se llama «egoísta» a quien sólo piensa en sí mismo y no se preocupa por los demás, hasta el punto de fastidiarles tranquilamente si con ello obtiene algún beneficio.

Cuando se roba, ese algo (respeto, amistad, amor) pierde todo su buen gusto y a la larga se convierte en veneno. Los «egoístas» se parecen a esos concursantes del Un, dos, tres o de El precio justo que quieren conseguir el premio mayor pero se equivocan y piden la calabaza que no vale nada...

Sólo deberíamos llamar egoísta consecuente al que sabe de verdad lo que le conviene para vivir bien y se esfuerza por conseguirlo. El que se harta de todo lo que le sienta mal (odio, caprichos criminales, lentejas compradas a precio de lágrimas, etc.) en el fondo quisiera ser egoísta pero no sabe. Pertenece al gremio de los imbéciles y habría que recetarle un poco de conciencia para que se amase mejor a sí mismo.

Un trono no concede automáticamente ni amor ni respeto verdadero: sólo garantiza adulación temor y servilismo. Sobre todo cuando se consigue por medio de fechorías, como en el caso de Ricardo III. En vez de compensar de algún modo su deformación física Gloucester se deforma también por dentro. Ni de su joroba ni de su cojera tenía él la culpa, por lo que no había razón para avergonzarse de esas casualidades infortunadas: los que se rieran de él o le despreciaran por ellas son quienes hubieran debido avergonzarse. Por fuera los demás le veían contrahecho, pero él por dentro podía haberse sabido inteligente, generoso y digno de afecto; si se hubiera amado de verdad a sí mismo, debería haber intentado exteriorizar por medio de su conducta ese interior limpio y recto, su verdadero yo. Por el contrario, sus crímenes le convierten ante sus propios ojos (cuando se mira a sí mismo por dentro, allí donde nadie más que él es testigo) en un monstruo más repugnante que cualquier contrahecho físico. ¿Por qué? Porque de sus jorobas y cojeras morales es él mismo responsable, a diferencia de las otras que eran azares de la naturaleza. La corona manchada de traición y de sangre no le hace más amable, ni mucho menos: ahora se sabe menos digno de amor que nunca y ni él mismo se quiere ya.

Palabras como «culpa» o «responsable», suenan a lo que habitualmente se relaciona con la conciencia,. No me ha faltado más que mencionar el mas «feo» de esos títulos: remordimiento. Sin duda lo que amarga la existencia a Gloucester y no le deja disfrutar de su trono ni de su poder son ante todo los remordimientos de su conciencia. Y ahora yo te pregunto: ¿sabes de dónde vienen los remordimientos? En algunos casos, me dirás, son reflejos íntimos del miedo que sentimos ante el castigo que puede merecer nuestro mal comportamiento. Fíjate: uno puede lamentar haber obrado mal aunque esté razonablemente seguro de que nada ni nadie va a tomar represalias contra él. Y es que, al actuar mal y darnos cuenta de ello comprendemos que ya estamos siendo castigados, que nos hemos estropeado a nosotros mismos voluntariamente. No hay peor castigo que darse cuenta de que uno está boicoteando con sus actos lo que en realidad quiere ser...

¿Que de dónde vienen los remordimientos? Para mí está muy claro: de nuestra libertad. Si no fuésemos libres, no podríamos sentirnos culpables (ni orgullosos, claro) de nada y evitaríamos los remordimientos. Por eso cuando sabemos que hemos hecho algo vergonzoso procuramos asegurar que no tuvimos otro remedio que obrar así, que no pudimos elegir: «yo cumplí órdenes de mis superiores», «vi que todo el mundo hacía lo mismo», «perdí la cabeza», «es más fuerte que yo», «no me di cuenta de lo que hacía», etcétera. Del mismo modo el niño pequeño, cuando se cae al suelo y se rompe el tarro de mermelada que intentaba coger de lo alto de la estantería, grita lloroso: «¡Yo no he sido!» Lo grita precisamente porque sabe que ha sido él; si no fuera así, ni se molestaría en decir nada y quizá hasta se riese y todo. En cambio, si ha dibujado algo muy bonito en seguida proclamará: «¡Lo he hecho yo solito, nadie me ha ayudado!» Del mismo modo, ya mayores, queremos siempre ser libres para atribuirnos el mérito de lo que logramos pero preferimos confesarnos «esclavos de las circunstancias» cuando nuestros actos no son precisamente gloriosos.

Y lo serio de la libertad es que tiene efectos indudables, que no se pueden borrar a conveniencia una vez producidos. Lo serio de la libertad es que cada acto libre que hago limita mis posibilidades al elegir y realizar una de ellas. Y no vale la trampa de esperar a ver si el resultado es bueno o malo antes de asumir si soy o no su responsable. Quizá pueda engañar al observador de fuera, como pretende el niño que dice «¡yo no he sido!», pero a mí mismo nunca me puedo engañar del todo.

De modo que lo que llamamos «remordimiento» no es más que el descontento que sentimos con nosotros mismos cuando hemos empleado mal la libertad, es decir, cuando la hemos utilizado en contradicción con lo que de veras queremos como seres humanos. Y Ser responsable es saberse auténticamente libre, para bien y para mal: apechugar con las consecuencias de lo que hemos hecho, enmendar lo malo que pueda enmendarse y aprovechar al máximo lo bueno. El mundo que nos rodea, si te fijas, está lleno de ofrecimiento para descargar al sujeto del peso de su responsabilidad. La culpa de lo malo que sucede parece ser de las circunstancias, de la sociedad en la que vivimos, del sistema capitalista, del carácter que tengo no me educaron bien, de los anuncios de la tele, de las tentaciones que se ofrecen en los escaparates, de los ejemplos irresistibles y perniciosos... Acabo de usar la palabra clave de estas justificaciones: irresistible. Todos los que quieren dimitir de su responsabilidad creen en lo irresistible, aquello que avasalla sin remedio, sea propaganda, droga, apetito, soborno, amenaza, forma de ser... lo que salte. Los partidarios del autoritarismo creen firmemente en lo irresistible y sostienen que es necesario prohibir todo lo que puede resultar avasallador

Un gran poeta y narrador argentino, Jorge Luis Borges, hace al principio de uno de sus cuentos la siguiente reflexión sobre cierto antepasado suyo: «Le tocaron, como a todos los hombres malos tiempos en que vivir.» En efecto, nadie ha vivido nunca en tiempos completamente favorables, en los que resulte sencillo ser hombre y llevar una buena vida. Siempre ha habido violencia, rapiña, cobardía, imbecilidad (moral y de la otra), mentiras aceptadas como verdades porque son agradables de oír... A nadie se le regala la buena vida humana ni nadie consigue lo conveniente para él sin coraje y sin esfuerzo: por eso virtud deriva etimológicamente de vir, la fuerza viril del guerrero que se impone en el combate contra la mayoría. amaciones.

El meollo de la responsabilidad, por si te interesa saberlo, no consiste simplemente en tener la gallardía o la honradez de asumir las propias meteduras de pata sin buscar excusas a derecha e izquierda. El tipo responsable es; consciente de lo real de su libertad. Y empleo «real» en el doble sentido de «auténtico» o «verdadero» pero también de «propio de un rey»: el que toma decisiones sin que nadie por encima suyo le dé órdenes. Responsabilidad es saber que cada uno de mis actos me va construyendo, me va definiendo, me va inventando. Al elegir lo que quiero hacer voy transformándome poco a poco. Todas mis decisiones dejan huella en mí mismo antes de dejarla en el mundo que me rodea.


lunes, diciembre 03, 2012


Y se va marchitando la caja de las rosas...
 
Y se va marchitando la caja de las rosas;
no tiene quien las saque y las lleve al camino.
Un airón de perfume se nos quiebra en las manos
mientras algo se muere y nace al mismo tiempo.

Se nos frustró la cita con aquella fragancia
de tan pura, invisible, ese ramo de brisa
que apenas huele a nada
y que agavilla en sí todo el amor del mundo.

Hay cosas que no son, pero que siguen siendo
gozo, nostalgia, fronda que nunca hemos plantado,
hermosura secreta que sólo fue latido.

Ernestina de Champourcín

domingo, diciembre 02, 2012