martes, abril 17, 2012
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Wim Mertens. Iris
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Artista del mes...
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Hieronymus Bosch
"El Bosco"
Bolduque, Paises Bajos 1450-1516
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Cornelis Cort, hacia 1600
Retrato de Hieronymus Bosch
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Los Siete Pecados Capitales, 1480
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El Juicio Final, 1486
*Versión Museo Groeninge de Brujas, Bélgica
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La Nave de los Locos, 1490-1500
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La Muerte y el Avaro, 1490
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El Carro de Heno, 1500-1502
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El Carro de Heno, 1500-1502
*Alas externas
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El Arca de Noé en el Monte Ararat, 1500-1504
*Anverso
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La humanidad, acosada por Demonios 1500-1504
*Reverso de "El Arca de Noé en el Monte Ararat"
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La caída de los Demonios, 1500-1504
*Anverso
*Anverso
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La humanidad, acosada por Demonios 1500-1504
*Reverso de "La caída de los Demonios"
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El Jardín de las Delicias, 1500
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El Jardín de las Delicias, 1500
*Alas externas
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El Juicio Final, 1504-1508
*Versión de Academia de Bellas Artes, Viena
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El Juicio Final, 1504-1508
*Versión de Academia de Bellas Artes, Viena
*Alas externas
*Alas externas
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Las Tentaciones de San Antonio, 1505-1508
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Las Tentaciones de San Antonio, 1505-1508
*Alas externas
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San Jerónimo en oración, 1505
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La Adoración de los Magos, 1510
La Adoración de los Magos, 1510
*Alas externas
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El Paraíso y el Infierno, 1510
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San Juan Bautista en el desierto
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El Bosco
lunes, abril 16, 2012
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"Sus caricias poseían una extraña cualidad. Unas veces eran suaves y evanescentes, otras, fieras, como las caricias que Elena había esperado cuando sus ojos se fijaron en ella; caricias de animal salvaje. Había algo de animal en sus manos, que recorrían todos los rincones de su cuerpo, y que tomaron su sexo y su cabello a la vez, como si quisieran arrancárselos, como si cogieran tierra y hierba al mismo tiempo.
"Sus caricias poseían una extraña cualidad. Unas veces eran suaves y evanescentes, otras, fieras, como las caricias que Elena había esperado cuando sus ojos se fijaron en ella; caricias de animal salvaje. Había algo de animal en sus manos, que recorrían todos los rincones de su cuerpo, y que tomaron su sexo y su cabello a la vez, como si quisieran arrancárselos, como si cogieran tierra y hierba al mismo tiempo.
Cuando cerraba los ojos sentía que él tenía muchas manos que la tocaban por todas partes, muchas bocas tan suaves que apenas la rozaban, dientes agudos como los de un lobo que su hundían en sus partes más carnosas. Él, desnudo, yacía cuan largo era sobre ella, que gozaba al sentir su peso, al verse aplastada bajo su cuerpo.
Deseaba que se quedara soldado a su cuerpo, desde la boca hasta los pies."
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Delta de Venus
*fragmento
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Delta de Venus
*fragmento
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Anaïs Nin
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"La vida está en gran parte compuesta por sueños.
Hay que unirlos a la acción"
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Imagen: Bob Carlos Clarke.
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Anaïs Nin. Delta de Venus
domingo, abril 15, 2012
Llueve
sobre la arena, sobre el techo
el tema
de la lluvia:
las largas eles de la lluvia lenta
caen sobre las páginas
de mi amor sempiterno,
la sal de cada día:
regresa lluvia a tu nido anterior,
vuelve con tus agujas al pasado:
hoy quiero el espacio blanco,
el tiempo de papel para una rama
de rosal verde y de rosas doradas:
algo de la infinita primavera
que hoy esperaba, con el cielo abierto
y el papel esperaba,
cuando volvió la lluvia
a tocar tristemente
la ventana,
luego a bailar con furia desmedida
sobre mi corazón y sobre el techo,
reclamando
su sitio,
pidiéndome una copa
para llenarla una vez más de agujas,
de tiempo transparente,
de lágrimas.
Pablo Neruda
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sobre la arena, sobre el techo
el tema
de la lluvia:
las largas eles de la lluvia lenta
caen sobre las páginas
de mi amor sempiterno,
la sal de cada día:
regresa lluvia a tu nido anterior,
vuelve con tus agujas al pasado:
hoy quiero el espacio blanco,
el tiempo de papel para una rama
de rosal verde y de rosas doradas:
algo de la infinita primavera
que hoy esperaba, con el cielo abierto
y el papel esperaba,
cuando volvió la lluvia
a tocar tristemente
la ventana,
luego a bailar con furia desmedida
sobre mi corazón y sobre el techo,
reclamando
su sitio,
pidiéndome una copa
para llenarla una vez más de agujas,
de tiempo transparente,
de lágrimas.
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Llueve...Pablo Neruda
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Pablo Neruda. Llueve...
sábado, abril 14, 2012
Gian Lorenzo Bernini. El rapto de Proserpina, 1622
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El rapto de Perséfone
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Dama de Auxerre, 640 aC
Versión de una diosa minoica que se puede identificar con Kore
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En la mitología griega , Perséfone también conocida como Kore "la doncella” es la hija de Zeus y la diosa de la cosecha Deméter. Reina del mundo subterráneo, en la mitología romana se le llama Proserpina.
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Círculo del pintor Darío, 340 aC
El rapto de Perséfone
El rapto de Perséfone
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La leyenda de Perséfone comienza recogiendo flores en una
pradera de Enna, en Sicilia; aunque el himno de Homero dedicado a Deméter,
Ceres en la mitología romana, habla de
forma imprecisa de la llanura de Misa y otras tradiciones sitúan el hecho en
Eleusis, junto al Cefiso, o en Arcadia, al pie del monte Cileno, donde crecía
feliz junto a sus hermanas, Zeus, Atenea y Artemisa. De repente, cuando cortaba
un narciso, la tierra se abre a sus pies y surge Hades, su tío, que
la rapta.
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Tumbas de Vergina, Grecia
El rapto de Perséfone
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Perséfone grita pidiendo auxilio a su madre. El dios,
poderoso y terrible, levanta a la muchacha, por cuya mejilla resbala una
lágrima, que es una síntesis de todas las lágrimas; insensible a sus gritos. Deméter la oye y corre en su ayuda, pero, al no
encontrarla, comienza un largo peregrinaje en seguimiento de su hija. Durante
nueve días y nueve noches recorre Deméter el mundo, sin comer, sin beber,
errante con una antorcha en cada mano, buscándola desesperada.
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Nicoolo dell' Abate. El rapto de Proserpina, 1570
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Una tradición local afirma que fueron los habitantes de
Hermíone, en la Argólide,
los que avisaron a la diosa y descubrieron al autor. Aunque el mito más
conocido afirma que al décimo día la diosa se encuentra con Hécate, quien le
sugiere que consulte a Helios, el dios que todo lo ve. Este dios, efectivamente,
ha visto todo lo sucedido y se lo confirma a la infortunada madre. La cólera de
Deméter es tal, que abandona el Olimpo y se niega cumplir sus funciones. El
hambre y la muerte asoló la tierra, y Deméter se enfrentó a Zeus advirtiéndole
que aparecía su hija o ni un grano de trigo germinaría.
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Rembrandt. El rapto de Proserpina, 1630-1631
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El destierro de la diosa que cuidaba los trigales, facilitaba
su germinación y aseguraba la madurez de los frutos incide en las cosechas y
provoca la esterilidad de la tierra. Como la diosa se niega a hacer fructificar
los campos, Zeus envía primero a Iris y después poco a poco a todos los dioses
del Olimpo para convencerla de que regrese y fertilice la tierra. Ante el nulo
resultado de sus embajadas, Zeus cede y envía a Hermes a Hades con la orden de
que devuelva a Perséfone. Accede en principio el dios de los infiernos, pero
engañosamente hace probar a la muchacha la comida de los muertos, un grano de
granada le dio a probar, lo que la imposibilita regresar.
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Dante Gabriel Rossetti. Proserpina, 1874
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Se acordó entonces una solución de compromiso. Para
contentar a Deméter, Zeus, que se sentía responsable de la suerte de Kore,
dictaminó que a partir de aquel momento, la muchacha, con el nombre de
Perséfone, pasase tres meses junto a su esposo en el Tártaro y el resto de los
meses del año con su madre entre los vivos. Cuando Perséfone permanece junto a
su esposo, es la estación invernal y el suelo queda estéril; cuando la
joven sube al Olimpo, los tallos verdes la acompañan y comienza la primavera,
siendo este el motivo por el cual la diosa es considerada “La Diosa de la Privamera”.
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Paul Cézanne. El Rapto, 1867
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El mito de Perséfone está estrechamente ligado al de su
madre Deméter y ambas reciben el calificativo de “las Diosas Agrícolas”. Su
rito era el festejo agrícola de mayor
importancia de la antigua Grecia conocido con el nombre de “Los Misterios de
Eleusis” que celebraba el regreso de Perséfone, pues éste era también el
regreso de las plantas y la vida a la tierra.
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Deméter y Perséfone celebrando los Misterios, 440-430 aC
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Los misterios eleusinos eran ritos de iniciación que se
realizaban anualmente al culto de las dos diosas y se extendieron con
posterioridad al Imperio Romano; en ellos se las adoraba en secreto y quedaban
de este modo unidos el adorador y las Diosas fundiéndose las promesas divinas
con las recompensas en la otra vida.
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Gian Lorenzo Bernini. El rapto de Proserpina, 1622
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El rapto de Perséfone
lunes, abril 09, 2012
Lawrence Alma-Tadema. Escena pompeyana o La Siesta, 1868
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Música de los Templos
§. VI
§. VI
21. Bien se sabe el poder que tiene la Música sobre las almas, para despertar en ellas, o las virtudes, o los vicios. De Pitágoras se cuenta, que habiendo con Música apropiada inflamado el corazón de cierto joven en un amor insano, le calmó el espíritu, y redujo al bando de la continencia, mudando de tono. De Timoteo, Músico de Alejandro, que irritaba el furor bélico de aquel Príncipe, de modo, que echaba mano a las armas, como si tuviera presentes los Enemigos. Esto no era mucho, porque conspiraba con el arte del agente la naturaleza del paso. Algunos añaden, que le aquietaba después de haberle enfurecido: y Alejandro, que jamás volvió a riesgo alguno la espalda, venía a ser fugitivo entonces de su propia ira. Pero más es lo que se refiere de otro Músico con Enrico II Rey de Dinamarca, llamado el Bueno; porque con un tañido furioso exacerbó la cólera del Rey, en tanto grado, que arrojándose sobre sus domésticos, mató a tres, o cuatro de ellos: y hubiera pasado adelante el estrago, si violentamente no le hubieran detenido. Esto fue mucho de admirar, porque era aquel Rey de índole sumamente mansa, y apacible.
22. No pienso que los Músicos de estos tiempos puedan hacer estos milagros. Y acaso tampoco los hicieron los antiguos; que estas Historias no se sacaron de la Sagrada Escritura. Pero por lo menos es cierto, que la Música, según la variación de las melodías, induce en el ánimo diversas disposiciones, unas buenas, otras malas. Con una nos sentimos movidos a la tristeza, con otra a la alegría: con una a la clemencia, con otra a la saña: con una a la fortaleza, con otra a la pusilanimidad; y así de las demás inclinaciones.
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Benito Jerónimo Feijoo
Teatro crítico universal
Tomo primero. Discurso XIV
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Benito Jerónimo Feijoo. Teatro Crítico
domingo, abril 08, 2012
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Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
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Luis Cernuda
Donde habite el olvido
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Luis Cernuda. Donde habite el olvido
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Caminos, que ahora se desvanecen
caminos que tenemos que hacer solos
caminos cerca de las estrellas
caminos que ahora no están.
Lo dejamos todo con el corazón encendido por el mundo
por las paredes de la muerte sobre la piel.
Eran dos pájaros de fuego sembrando tempestades
ahora somos dos hijos del Sol en este desierto.
ahora somos dos hijos del Sol en este desierto.
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Nunca es demasiado tarde para volver a empezar
para salir a buscar tu tesoro.
para salir a buscar tu tesoro.
Caminos, sueños y promesas
caminos que ya no son nuevos.
caminos que ya no son nuevos.
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No es sencillo saber hacia dónde has de ir
toma la dirección de tu corazón.
Nunca es demasiado tarde para salir a buscar tu tesoro.
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Caminos que ahora se desvanecen
caminos cerca de las estrellas
caminos que ya no son nuevos.
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Imagen: Anikout
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Sopa de cabra. Camins
miércoles, abril 04, 2012
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Antonio Mingote
martes, abril 03, 2012
"Si la presencia de valores establece una jerarquía entre las acciones y entre las personas que los encarnan, los valores mismos se disponen entre sí también según un orden de preferencia, y el valor moral ocupa la cúspide. A su lado palidece la sabiduría, la creación artística o el carisma público: el hombre más bueno, el santo, marcha por delante del sabio, del genio o del estadista.
Pues es el caso que lo peculiar de los valores morales, a diferencia de los demás, estriba en ser universalmente exigibles. Nos lo contó Protágoras en unas páginas inmortales. El resto de las cualidades y destrezas técnicas o artísticas se reparten entre los humanos por naturaleza o por azar, y a la sociedad le basta eso para su funcionamiento. No todos tenemos que ser panaderos o músicos: basta con que haya unos pocos de cada clase para procurarnos el pan y alegrar nuestras fiestas. Pero el "sentido moral" (el respeto, la justicia) debemos adquirirlo todos mediante arduo aprendizaje. Sin él, la sociedad entera se viene abajo y los hombres no alcanzamos la plenitud. Por contraste con las otras dotes, en definitiva, de ésa somos responsables y su carencia nos puede ser echada en cara. Así que el hombre dotado de un impecable carácter moral no pierde créditos por notorios que sean sus defectos desde otros ángulos de la excelencia; pero será imposible admirar al genio con la misma devoción si sobre su conducta se cierne una sombra de sordidez. La excelencia moral es la que más vale porque, a poco que falle, las demás excelencias valen menos.
Último libro del profesor Aurelio Arteta en el que analiza y "tritura" tópicos verbales que nos acompañan habitualmente en nuestra forma de relacionarnos. Su análisis profundiza en el poder de las frases repetidas sin demasiada reflexión y las consecuencias que sobre las conductas públicas y sociales tienen.
"Si hubiera más lucha de ideas, habría menos lucha mortífera entre los hombres" declaró el profesor en una reciente entrevista; su libro trata de esto: de la anemia y raquitismo de ideas basadas en la reflexión personal debido, entre otras causas, a la necesidad de ser aceptado y evitarse problemas dentro del grupo humano donde se desarrolla la convivencia social.
Aurelio Arteta es catedrático de Filosofía Moral y Política en la Universidad del País Vasco. Autor de ensayos éticos, entre ellos La compasión. Apología de una virtud bajo sospecha (1996) y La virtud en la mirada. Ensayo sobre la admiración moral (2002). Editor y coautor de manuales universitarios como Teoría política: poder, moral, democracia (2003) y El saber del ciudadano. Las nociones capitales de la democracia (2008) y Mal consentido. La complicidad del espectador indiferente (2010).
"Si hubiera más lucha de ideas, habría menos lucha mortífera entre los hombres" declaró el profesor en una reciente entrevista; su libro trata de esto: de la anemia y raquitismo de ideas basadas en la reflexión personal debido, entre otras causas, a la necesidad de ser aceptado y evitarse problemas dentro del grupo humano donde se desarrolla la convivencia social.
Aurelio Arteta es catedrático de Filosofía Moral y Política en la Universidad del País Vasco. Autor de ensayos éticos, entre ellos La compasión. Apología de una virtud bajo sospecha (1996) y La virtud en la mirada. Ensayo sobre la admiración moral (2002). Editor y coautor de manuales universitarios como Teoría política: poder, moral, democracia (2003) y El saber del ciudadano. Las nociones capitales de la democracia (2008) y Mal consentido. La complicidad del espectador indiferente (2010).
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Tantos tontos tópicos
Aurelio Arteta
Ariel, Barcelona, 2012
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Aurelio Arteta. Tantos Tontos Tópicos
lunes, abril 02, 2012
domingo, abril 01, 2012
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DEMONIO
Mikhail Lérmontov
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Mikhail Vrubel. Demonio sentado, 1890
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Fragmento I
Juro por la estrella de medianoche,
por el rayo del ocaso y del levante,
que el soberano de la dorada Persia,
o ningún Rey terrestre
ha besado tales ojos.
Jamás en una tarde calurosa
la fuente salpicante del Sultán
ha bañado tal talle
con su rocío de perlas.
Aún ninguna mano terrestre,
errando por la frente querida
destrenzó tales cabellos.
Desde que el mundo perdió el Paraíso,
lo juro yo, tal belleza
no ha crecido bajo el sol meridional.
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Mikhail Vrubel. Jinete, 1890-1891
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Fragmento II
Vuela el caballo más rápido que un ciervo; bufa y se abalanza como para la batalla. Se detiene de pronto en su carrera, rígidas al viento las orejas, las narices vibrantes, y de nuevo se lanza, enloquecido, golpeando el suelo con los tacos de sus herraduras resonantes y sacudiendo su crin, desmelenado.
Lo monta un jinete silencioso que vacila en la montura hasta unir su cabeza con la crin. Ya no maneja la brida, pero su pie va ajustado al estribo, y se ven en la gualdrapa los chorros anchos de sangre.
¡Corcel audaz, como flecha sacaste a tu amo fuera del combate, pero la bala traidora del osetio lo alcanzó en las tinieblas!
Hay llanto y gemidos en la familia de Gudal. La gente se aprieta en el patio. ¿De quién es el caballo que llegó cubierto de polvo y cayó en las piedras junto a la reja?
¿Quién es ese jinete sin aliento?
Las arrugas de su rostro moreno guardan aún la ansiedad de la batalla. Están cubiertas de sangre sus armas y sus ropas, y en un apretón furioso, su mano se ha congelado en la crin...
¡No fue por mucho tiempo que esperaste, novia, a tu joven prometido! Ha cumplido su palabra de príncipe: llegó a la fiesta nupcial...
¡Ay, nunca más montará en la silla de su corcel audaz!...
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Mikhail Vrubel. Tamara tumbada, 1891
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Fragmento III
¡Sobre la familia incauta descendió como trueno el castigo de Dios! Cayó en su lecho sollozando la pobre Thamar. Las lágrimas se deslizan una tras otra; respira con dificultad.
Y le parece oír sobre ella una voz mágica:
¡No llores, niña, no llores en vano! Tus lágrimas no caerán como rocío vivificante sobre el cuerpo mudo. Tan sólo nublarán tu mirada clara, quemarán tus mejillas virginales...
Él está lejos; no reconocerá ni apreciará tu dolor. Una luz celeste acaricia ahora la mirada incorpórea de sus ojos, y está oyendo las melodías del Paraíso ya...
¿Qué son los sueños mezquinos de la vida, los gemidos y las lágrimas de una muchacha infeliz, para él, huésped de la región empírea? No... el destino de los mortales, créeme, ángel terrestre mío, no vale un instante de tu preciosa pena.
Por el mar aéreo, sin velas, sin timón, armoniosos, flotan en la niebla los corros de los astros.
Por los espacios infinitos de los cielos, pasan sin dejar huellas los tenues rebaños de nubes transparentes.
Para ellas no hay dicha ni dolor en las horas del encuentro o de la separación.
No esperan nada del porvenir ni recuerdan el pasado.
Acuérdate de ellas en el día penoso del infortunio.
¡Impasible ante todo lo terrestre, sé indiferente y serena como las nubes!
Tan pronto como la noche cubra las cimas del Cáucaso; tan pronto como el mundo calle encantado por una voz mágica; tan pronto como el viento sobre la roca agite la hierba marchita, y el pájaro escondido revoloteé alegremente en las tinieblas, y bajo la viña una flor nocturna se abra bebiendo el rocío celeste con avidez; tan pronto como la luna rubia se levante quieta tras del monte y te mire furtiva, volaré hacia ti, me quedaré contigo hasta el alba, y a tus sedosas pestañas les enviaré dorados sueños...
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Mikhail Vrubel. Demonio y Ángel con el alma de Tamara, 1891
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Fragmento IV
“¡Padre!... ¡Padre! No más amenazas. No reprendas a tu Thamar. Lloro. ¿No ves estas lágrimas mías? No son las primeras... No seré de nadie. Dilo a mis pretendientes. La húmeda tierra me quitó mi esposo, y jamás daré a otro mi corazón.
Después que enterramos al pie del monte su cuerpo ensangrentado, un espíritu maligno me turba con una irresistible visión. En la quietud de la noche una multitud de sueños extraños me inquieta. De día mi alma no puede rezar. Mi pensamiento se aleja de las palabras y un fuego corre por mis venas...
Me consumo, me marchito cada día más.
Padre, mi alma sufre... ¡Padre mío, ten piedad de mí!
Entrega a un convento esta desesperada hija tuya. Allí me defenderá el Salvador... Frente a Él verteré mi pena.
Ya no hay goces para mí en el mundo...
Deja que la celda sombría me reciba como una ataúd”.
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Mikhail Vrubel. Tamara y Demonio, 1891
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Fragmento V
“Yo, libre hijo del éter, te llevaré por los espacios, más allá de las estrellas, y serás la reina del mundo, preciosa amiga mía. Sin pesar, sin compasión, mirarás la tierra, donde no hay verdadera ni eterna belleza, donde sólo hay crímenes, donde sólo mezquinas pasiones viven, donde no se sabe ni amar ni odiar sin temor.
¿No sabes tú lo que es el amor pasajero de las gentes?
¡Agitación de la sangre joven! Pero pasan los días y se enfría la sangre.
¿Quién resistirá a la separación, a la seducción de la nueva belleza, al cansancio, al tedio, a los caprichos del ensueño?
¡Ah, no, amiga mía, no es tu destino marchitarte en el círculo estrecho, esclava del celo grosero de la gente, entre los pusilánimes, los fríos, amigos falsos y enemigos, temores y vanas esperanzas, labores vacías y penosas!
No te apagarás detrás de estas altas murallas tristemente, sin pasiones, tan lejos de Dios como del mundo. ¡Oh, mi bella criatura, a otro estás predestinada! ¡Otro dolor te aguarda; la hondura de otro éxtasis! Libra tus deseos pasados a su propia suerte, abandona el mundo deplorable. Yo te mostraré, en cambio, un abismo de conocimientos soberbios y pondré a tus pies una muchedumbre de servidores. Te daré esclavas ágiles y encantadoras, mi bella.
De la estrella del levante arrancaré para ti la diadema rubia. Cogeré el rocío de la medianoche y con sus perlas cubriré tu diadema. Con un rayo del poniente envolveré tu talle y con hálitos de fragancia llenaré el aire alrededor de ti...
Te acariciaré el oído a toda hora con una melodía divina.
Te construiré un palacio soberbio de turquesas y de ámbar.
Bajaré al fondo del mar.
Volaré tras de las nubes.
Te daré todo, todo lo terrestre. ¡Quiéreme!...”
..
Mikhail Vrubel. Tamara y Demonio, 1890-1891
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Mikhail Lérmontov. Demonio
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