No aprendieron mis ojos a olvidar tu mirada,
ni mis manos supieron derrumbar tus recuerdos.
Palmo a palmo se cayeron los sueños
y en el cristal del mundo se rompieron mis alas.
Fueron los desdenes la materia y la sustancia
que labraron las rutinas de todos los empeños.
Y a la flácida greda de tu alma puso velos
la polvareda de la vida con telones a dos aguas.
Fueron mis desvelos como platos de balanzas
inclinando la osadía a las huellas de tu cuerpo,
y asistieron con cordura a la hora de tu entierro
sin cargar entre mis manos un racimo de palabras.
Nunca pudo ni podrá esta célula de hierro
detener tus nenúfares en medio de la nada,
vistiendo tu memoria en piélagos azules
desnudando tu nombre en bajeles de esperanzas.
Estás escrita con mi sangre sobre el tiempo
estás adjunta a los guiones de esta fábula,
no podrán tus madreselvas navegar en el leteo
ni mi boca lisonjera esquivar tanta nostalgia.
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