Y como cada año en esta mágica noche en la que los Reyes Magos de Oriente llegan envueltos en aromas a incienso, mirra y vela quemada, retorno a mi más tierna infancia rememorando aquellos momentos llenos de emoción con los preparativos para ellos; poner unas pastas en una bandeja y una copita de licor (que se las comía y bebía luego mi hermano, pero lo supe años después) y el recordatorio repetitivo a mi madre de que antes de acostarse no se le olvidara dejar la ventana abierta para que pudieran entrar y dejar sus regalos junto a los zapatos que había limpiado con esmero y había colocado bajo el árbol de Navidad iluminado de luces de colores.
Esta noche, la magia de los Reyes de Oriente me atrapa y como siempre les pido mis regalos; regalos de esos que no se pueden comprar con dinero. Espero haber sido buena a sus ojos y se me concedan y si no es así no dudo que el próximo año en una noche como la de hoy, volveré a sentir su magia y nuevamente volveré a pedir mis deseos.
Deseos del alma.
Deseos del alma.
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