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jueves, junio 28, 2012

California Blue
Roy Orbison
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Artista del mes...
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Kitagawa Utamaro
 喜多川 歌麿
1753-1806 
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Awabi diverso,1788
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 Una escesa de "El poema de la almohada", 1788
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 Joven maquillándose, 1795-96
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 Mujer y niño, 1797-1803
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 Pareja masculina(shunga series),1802
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 Cien historias de Demonios y Espíritus
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 Hiseyoshi y sus mujeres
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 La hora de la serpiente
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 La hora del dragón
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 La hora del perro
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 La hora del dragón
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 La viuda
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 Mujer con un espejo
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 Yamanba y Kintarosaka Kazuki
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 Shunga series
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martes, junio 26, 2012

lunes, junio 25, 2012

 .
Voy a a arraigar en ti. Mis fuerzas más oscuras
remueven lentamente la tierra de tu alma.
Quisiera penetrarte y enraizar mi esencia
sobre la carne viva que nutre tu fervor.

Ahondaré en ti mismo y abrasará tu sangre
el fuego de la mía rebelde y soñadora.
Invadido por mí, derribarás la cumbre
que te aleja del cielo.

¿No sientes mis raíces? Tu tallo florecido,
ebrio de sí, eterniza mi cálida fragancia.
¡Irguiéndolo alzarás la copa de mi frente,
hasta volcar su zumo en los labios del sol! 
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Voy a arraigar en ti...
Ernestina de Champourcín
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 Jan Brueghel el Viejo. Orfeo y Eurídice en el Inframundo

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Orfeo y Eurídice

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Auguste Rodin. Orfeo y Eurídice saliendo del Infierno, 1893
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Orfeo era el músico más extraordinario de todos los mortales y con su canto, deleitaba a todas las criaturas de la naturaleza. El día de su boda con Eurídice, la bella mujer de quien estaba enamorado, cantó mejor que nunca. Todos a su alrededor parecían festejar su amor con la misma alegría viendo a los amantes paseando felices por la verde pradera.

Tiziano. Orfeo y Eurídice, 1508
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Sin embargo, la adversidad los acechaba en el camino y se ensañaría con ellos. Una serpiente venenosa mordió a Eurídice, quien dejando escapar un grito de su garganta cayó herida de muerte.Orfeo, desesperado, trató inútilmente de ayudarla, pero ya era tarde; el veneno se había esparcido por todo su cuerpo sin darle tiempo a nada e irremediablemente al poco tiempo murió en sus brazos.
Orfeo no pudo recuperarse de su profunda pena y toda la naturaleza lo acompañó en su dolor; las aves con sus agudos lamentos y los árboles emitiendo extraños y lúgubres sonidos con sus follajes. No pudiendo soportar tanto dolor, Orfeo decidió bajar al Averno decidido a recuperar a su amada.
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Peter Paul Rubens. Orfeo y Eurídice, 1636-1637
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Acompañado por un barquero, atravesó el oscuro pantano del Estigio, que separaba el reino de los vivos del de los muertos; e iluminándose con una antorcha se hundió en las oscuras profundidades de la morada de los muertos. Lo acompañaron en su travesía los macabros sonidos de los fantasmas errantes, que no lo desanimaron, tan decidido estaba de hallar a su amada. Encontró los rostros ajados de las Furias, y el perro Cancerbero de tres cabezas que custodiaba el palacio de Plutón y Proserpina, los señores de los muertos que se encontraban sentados en sus tronos. Se postró a sus pies y tomando su lira comenzó a cantar una hermosa canción sobre su perdida amada. Todos los presentes lloraron al compás de su triste canto y los reyes se apiadaron de él.
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Ary Scheffer. El luto de Orfeo por la muerte de Eurídice, 1814
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Eurídice fue llamada para que se presentara en el salón del trono y al encontrarse ambos amantes se abrazaron. Plutón autorizó a Eurídice a regresar al mundo de los vivos pero con una condición, que Orfeo no girase su cabeza para mirarla en su viaje de regreso, debiendo confiar en que ella lo estaría siguiendo.
Acompañado del barquero regresó por el mismo camino lúgubre que lo había conducido hasta el Averno, atravesando sus macabras y oscuras sendas y rodeado de tenebrosos aullidos y lamentos.

Camille Corot. Orfeo guiando a Eurídice desde los Infiernos, 1861
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Mientras atravesaban el río Estigio, Orfeo pudo ver una fuente de luz que anunciaba la salida y ambos se apresuraron a salir de la caverna. Una vez afuera, Orfeo no pudo evitar darse vuelta para comprobar si detrás de él venía Eurídice, sin recordar que la condición impuesta por los reyes del Averno era que ambos tenían que estar afuera para poder mirarse mutuamente. Ni bien sus ojos se posaron en el bello rostro de Eurídice, ésta le dijo adiós y desapareció para siempre.
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Gustave Moreau. Orfeo, 1865
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Orfeo quiso seguirla pero espectros fantasmales le impidieron el paso y el barquero se negó a acompañarlo. Desalentado, subió hasta lo alto de una colina y allí comenzó a llorar desconsoladamente. Su lamento se fue convirtiendo en una triste melodía que atrajo a los pájaros, animales y árboles del lugar, que mientras lo escuchaban trataban de protegerlo del fuerte viento y de las inclemencias del tiempo.

http://filosofia.laguia2000.com/mitologia/el-mito-de-orfeo-y-euridice
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 George Frederic Watts. Orfeo y Eurídice, 1875
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 Henri Levy. Muerte de Orfeo
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Las Metamorfosis
Ovidio
Libro XI
Muerte de Orfeo
*fragmento

Mientras con un canto tal los bosques y los ánimos de las fieras,        
de Tracia el vate, y las rocas siguiéndole, lleva,        
he aquí que las nueras de los cícones, cubiertas en su vesanos        
pechos de vellones ferinos, desde la cima de un promontorio divisan        
a Orfeo, a los percutidos nervios acompasando sus canciones.   
De las cuales una, agitando su pelo por las auras leves:        
«Ay», dice, «ay, éste es el despreciador nuestro», y su lanza        
envió del vate hijo de Apolo contra la boca,        
la cual, de hojas cosida, una señal sin herida hizo.        
El segundo disparo una piedra es, la cual enviada, en el mismo    
aire por el concento vencida de su voz y su lira fue,        
y como suplicante por unas osadías tan furiosas,        
ante sus pies quedó tendida. Pero temerarias crecen        
esas guerras y la mesura falta e insana reina la Erinis,        
y todos los disparos hubieran sido por el canto enternecidos, pero el ingente         
clamor, y de quebrado cuerno la berecintia flauta,        
y los tímpanos, y los aplausos, y los báquicos aullidos        
ahogaron la cítara con su sonar: entonces finalmente las piedras        
enrojecieron del no oído vate con su sangre        
y primero, atónitos todavía por la voz del cantor,         
a los innumerables pájaros y serpientes y el tropel de fieras,        
las Ménades a título del triunfo de Orfeo destrozaron. 

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John William Waterhouse. Las ninfas encuentran la cabeza de Orfeo, 1900
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“Si fueras tú mi Eurídice, oh señora,
ya que soy yo el Orfeo que te adora,
tanto el poder mirarte en mí pudiera,
que sólo por mirarte te perdiera;
pues si perdiera la ocasión de verte,
perderte fuerais, por no perderte.
Mas tú en la tierra, luz clara del cielo,
firmamento que vives en el suelo,
no podía ser que fueras
sombra, que entre las sombras asistieras;
que el infierno contigo alumbrara;
y tu divina cara,
como el sol en su coche,
introdujera auroras en la noche.
Ni yo, según mis sentimientos veo,
fuera música Orfeo;
pues de amor y tristeza el alma llena,
no pudiera cantar, viéndote en pena.”
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Francisco de Quevedo
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Odilon Redon. La muerte de Orfeo, 1905-1910
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Charles de Sousy Ricketts. Orfeo y Eurídice, 1922
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Marc Chagall. Orfeo y Eurídice, 1977
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Antonio Canova. Orfeo y Eurídice, 1773-1774
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sábado, junio 23, 2012


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Juan Luis Galiardo 
1940-2012
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jueves, junio 14, 2012

miércoles, junio 13, 2012

Jean-Marie Menendez
y sus pinturas al pastel seco sobre papel vitela...






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lunes, junio 11, 2012


 Lawrence Alma-Tadema. En el Tepidarium, 1881
 .
Búscame en ti. La flecha de mi vida
ha clavado sus rumbos en tu pecho
y esquivo entre tus brazos el acecho
de las cien rutas que mi paso olvida.

Despójame del ansia desmedida
que abrasaba mi espíritu en barbecho.
El roce de tus manos ha deshecho
la audacia de mi frente envanecida.

Navegaré en tus pulsos. Dicha inerte
del silencio total. Ávida muerte
donde renacen, tuyos, mis sentidos.

Ahoga entre tus labios mi tristeza,
y esta inquietud punzante que ya empieza
a taladrar mi sien con sus latidos. 
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La voz del viento
Ernestina de Champourcín
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viernes, junio 08, 2012

Alexander Sigov. Melodía para el Unicornio
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The friends song
 Banda sonora de la película "La Princesa Prometida" 
Mark Knopfler 

Te esperaré apoyada en la curva del cielo
y todas las estrellas abrirán para verte
sus ojos conmovidos.

Te esperaré desnuda.
Seis túnicas de luz resbalando ante ti
deshojarán el ámbar moreno de mis hombros.

Nadie podrá mirarme sin que azote sus párpados
un látigo de niebla.
Sólo tú lograrás ceñir en tus pupilas
mi sien alucinada
y mis manos que ofrecen su cáliz entreabierto
a todo lo inasible.

Te esperaré encendida.
Mi antorcha despejando la noche de tus labios
libertará por fin tu esencia creadora.
¡Ven a fundirte en mí!
El agua de mis besos, ungiéndote, dirá
tu verdadero nombre.
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Te esperaré apoyada en la curva del cielo...
Ernestina de Champourcín 
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martes, junio 05, 2012

John William Waterhouse. Julieta 
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Érase una vez... Libro de cuentos de amor
Banda sonora de la película "La Princesa Prometida"
Mark Knopfler
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Ford Madox Brown. Romeo y Julieta

 ROMEO Y JULIETA
William Shakespeare

JULIETA.- ¿Y quien te guió aquí?

ROMEO.- El amor que me dijo dónde vivías. De él me aconsejé, él guió mis ojos que yo le había entregado. Sin ser nauchero, te juro que navegaría hasta la playa más remota de los mares por conquistar joya tan preciada. 

JULIETA.- Si el manto de la noche no me cubriera, el rubor de virgen subiría a mis mejillas, recordando las palabras que esta noche me has oído. En vano quisiera corregirlas o desmentirlas... ¡Resistencias vanas! ¿Me amas? Sé que me dirás que sí, y que yo lo creeré. Y sin embargo, podrías faltar a tu juramento, porque dicen que Jove se ríe de los perjuros de los amantes. Si me amas de veras, Romeo, dilo con sinceridad, y si me tienes por fácil y rendida al primer ruego, dímelo también, para que me ponga esquiva y ceñuda, y así tengas que rogarme. Mucho te quiero, Montesco, mucho, y no me tengas por liviana, antes he de ser más firme y constante que aquellas que parecen desdeñosas porque son astutas. Te confesaré que más disimulo hubiera guardado contigo, si no me hubieses oído aquellas palabras que, sin pensarlo yo, te revelaron todo el ardor de mi corazón. Perdóname, y no juzgues ligereza este rendirme tan pronto. La soledad de la noche lo ha hecho. 

ROMEO.- Júrote, amada mía, por los rayos de la luna que platean la copa de estos árboles...

JULIETA.- No jures por la luna, que en su rápido movimiento cambia de aspecto cada mes. No vayas a imitar su inconstancia. 

ROMEO.- ¿Pues por quién juraré?

JULIETA.- No hagas ningún juramento. Si acaso, jura por ti mismo, por tu persona que es el dios que adoro y en quien he de creer. 

ROMEO.- ¡Ojalá que el fuego de mi amor...!

JULIETA.- No jures. Aunque me llene de alegría el verte, no quiero esta noche oír tales promesas que parecen violentas y demasiado rápidas. Son como el rayo que se extingue, apenas aparece. Aléjate ahora: quizá cuando vuelvas haya llegado a abrirse, animado por las brisas del estío, el capullo de esta flor.  Adiós, ¡y ojalá aliente tu pecho en tan dulce calma como el mío!
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ROMEO.- ¿Y no me das más consuelo que ése?

JULIETA.- ¿Y qué otro puedo darte esta noche?

ROMEO.- Tu fe por la mía.

JULIETA.- Antes te la di que tú acertaras a pedírmela. Lo que siento es no poder dártela otra vez.

ROMEO.- ¿Pues qué? ¿Otra vez quisieras quitármela? 

JULIETA.- Sí, para dártela otra vez, aunque esto fuera codicia de un bien que tengo ya. Pero mi afán de dártelo todo es tan profundo y tan sin límite como los abismos de la mar. ¡ Cuanto más te doy, más quisiera darte!... Pero oigo ruido dentro. ¡Adiós! no engañes mi esperanza. . . Ama, allá voy. . . Guárdame fidelidad, Montesco mío. Espera un instante, que vuelvo en seguida. 

ROMEO.- ¡Noche, deliciosa noche! Sólo temo que, por ser de noche, no pase todo esto de un delicioso sueño.

JULIETA.- (Asomada otra vez a la ventana.) Sólo te diré dos palabras. Si el fin de tu amor es honrado, si quieres casarte, avisa mañana al mensajero que te enviaré, de cómo y cuándo quieres celebrar la sagrada ceremonia. Yo te sacrificaré mi vida e iré en pos de ti por el mundo.
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 Frederick Leighton
La reconciliación de los Montesco y los Capuleto sobre los cuerpos muertos de
Romeo y Julieta
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lunes, junio 04, 2012

domingo, junio 03, 2012


Y estás: en el vacío
y en la ausencia presente,
en la que es y vive
sin dejar de ser única
oquedad invisible
con raíces eternas.
No hay mundo que la llene
pero sí algo vivo
que la besa y la calma.
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Estás
Ernestina de Champourcín

sábado, junio 02, 2012